miércoles, 12 de junio de 2024

¡TACHAN!

No sé qué hora sería pero puedo asegurar que aún no habían puesto las calles cuando la voz poderosa del árbol de la calle, me despertó: - ¡Nena, tu turno comienzaaaaa.... YA!

Salté de la cama como un muelle de colchón. Estaba oscuro como boca de lobo y mi imaginación, aunque adormilada, elucubró: - ¡Oh, nooooo! ¡estamos en la Edad Media! ¡Me quemarán en la hoguera por bruja! Ah, pero no lo soy. Ni siquiera me gustan las escobas... - ¡Falsa! (gritó la escoba desde la despensa) 

Me metí entre las sábanas, apreté bien los ojos. Quería perder de vista una época tan negra. El vozarrón del árbol de la calle me encontró enroscada en la cama: - La plantita del balcón te reclama. Escúchala: - ¡QUIERO COMERRRRRRR!

¡La madre que la parió! si esto va a ser así cada noche tendré que encontrar una solución.

Junto al balcón Pascualita discutía con la Cristalera que no estaba por la labor de abrirse a esas horas. Yo no discutí nada. Entré como el caballo de Atila en el balcón, abriendo de golpe la cristalera y de paso, lancé la sirena a la copa del árbol de la calle donde la dichosa plantita seguía en sus trece.

Un vecino se asomó a su ventana para quejarse del ruido que, según él (y otros muchos) hacía yo: - ¡TODAS LAS NOCHES IGUAL, JOPE YA! - El haz de luz que salía de su cuarto iluminó una escena dantesca: Los dientes de tiburòn de la sirena estaban a punto de cerrarse sobre la plantita birriosa. Un alarido vegetal cortó la oscuridad como un cuchillo bien afilado en cuanto el vecino apagó la luz...

Ahora no puedo dormir. La conciencia me remuerde y la curiosidad se muerde la uñas por no saber qué fue lo que pasó finalmente... - Pues vaya faena...

 

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