sábado, 29 de junio de 2024

Valiente tipo.

Estoy preocupada por el Servidor de Internet. ¡Desaparece sin avisar! Tengo la impresión de que le gusta la juerga porque, en cuanto se huele que habrá sarao en algún sitio dejo de verle. ¿No puede avisar como todo hijo de vecino? ¡Me deja colgada sin dar explicaciones! Me temo que tiene la sartén por el mango el muy jodío.

Ayer volvió a las andadas. Y mira que le dije un día: si te vas de extranjis, a la vuelta dormirás en la escalera. - Ni siquiera se inmutó. Así que ésta mañana y para que vea que hablo en serio, en cuanto he visto que había vuelto al redil y después de olerle el aliento por si el aroma del chinchón le delataba, saqué a la sirena, chorreando agua de mar, de la pila de lavar del comedor y la tiré contra el ordenador que, por lo visto, tiene ahí su guarida.

Pascualita, enrabietada porque al cogerla la desperté de un profundo sueño, mordió a troche y moche hasta que, el aparato empezó a echar chispas y humo como si fuera una mascletá. Por último al pelo-algas de la medio sardina, le salió la permanente gratis.

El grito de la sirena, nunca escuchado por el oído humano salvo cuando cantaba para comerse a un marinero, me heló la sangre. Ahora come pienso para peces y ha dejado de lado tan siniestro bocado. - ¡Pascualita, no me asustes! ¿Te has muerto? ¡Ay, la que me va a armar la abuela! 

Fueron unos minutos de suspense hasta que se repuso del soponcio. Desde la cocina su amigo Pepe el jibarizado se preocupó por ella. - OOOOOOOOOOOOOOO. - Eso fue mano de santo. Y hemos aprendido una cosa: al Servidor de las narices no le gusta el agua de mar

 

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