sábado, 1 de junio de 2024

Casi descubre a Pascualita.

Llamaron a la puerta mientras Pascualita y yo estábamos desayunando. Salí a abrir arrastrando las zapatillas (clac, clac, clac...) y rascándome la espalda como si no hubiera un mañana. Lancé un ¡Ya va, coooñe! con mi dulce voz de recién levantada.

Al abrir encontré a Bedulio el municipal en el rellano. Llevaba unos cuantos carteles con mi, supuesta, cara. - ¿Eres tú ésta? - ¿Yoooo? ¿Desde cuando no vas al oculista? - Di sí o no. Rápido, que no tengo toda la mañana para dedicártela. - No. - No ¿qué? - No a lo que me has preguntado... - O sea, que no lo sabes. - Sí lo sé. - Pero si me has dicho que no. 

Viendo que la cosa iba para rato le invité a entrar. - Se me enfría el cola cao, Bedulio... Si quieres uno ven a la cocina. 

Fue al pronunciar la palabra COCINA cuando caí en la cuenta de que allí estaba Pascualita llenando de cola cao mesa, sillas, paredes, suelo ¿Cuándo aprenderá la medio sardina las reglas de urbanidad?

El Municipal dio dos pasos dentro de casa. Tenía que pararlo y entonces, grité: - ¡No le hagas nada, abuelito! ¡Bedulio es amigo... ! - Para cuando terminé la frase, el pobre ya estaba llegando a su cuartel.

Más tarde, en el mercado de Pere Garau, escuché esto: - Ahora está con la camisa de fuerza puesta... - Pobret... - ¿Y dónde estaba? - Le vieron salir de casa de la nena... - No es la primera vez (dijo una vecina muy enterada) - Ah. No sabía yo que había tema entre ellos... - Sí, hija. - Pues no le veo yo futuro a esta relación... - Ahora me fijaré...

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