jueves, 27 de septiembre de 2018

Cambiemos ceños fruncidos por sonrisas.

La Cotilla ha venido cargada de cintas de muchos colores. - ¿Ha asaltado una mercería de buena mañana? - No me ha hecho falta, boba de Coria. Al pasar delante de la tienda de los chinos del señor Li he visto que, junto a la pared había una caja a la que nadie hacía caso por lo que he deducido, que estaba abandonada y me he dicho que para que se la quede otra, me la llevo no. ¿He hecho bien, verdad?

- No, Cotilla. Las cosas no se hacen así. Primero se pregunta si la caja es de alguien. - ¿Para que uno diga que es suya y que sea mentira? Que pardilla eres. ¿No ves que si preguntas saldrán muchos dueños? - El señor Li debe haber comprado ésta mercancía y se ha quedado sin ella. - Si es verdad que es suya... - ¿Se lo devolverá? - ¡Ni hablar! Que hubiese estado pendiente de la caja en lugar de estar por ahí... - ¿Y qué hará con todo ésto? - Lacitos. Están de moda. Me los quitarán de las manos. - Muy confiada ésta usted. - Porque conozco el mercado y entiendo de negocios, no como tu que no tienes ni idea de nada.

Aquello me ofendió pero le puse al mal tiempo buena cara por si me caían unos euros en este negocio que montaría la Cotilla. - Yo puedo hacer los lacitos y usted los vende ¿Qué le parece? - Ni bien, ni mal, ni regular... - ¿Cuánto me pagará? - ¡Ni un real! Eres una trepa y una aprovechada. ¡La que no llega a fin de mes soy yo!

Llegó la abuela toda emperifollada. Con la minifalda más mini de su armario. Subida a unos tacones de vértigo y marcando tetas bajo una blusa de dos tallas menos. - ¿De qué vas, abuela? - "De atrapa piropos" - ¿Es una profesión nueva? - "Es más antigua que andar palante. ¿Pero es que no has visto el ganado que está trabajando debajo de tu balcón?" - Están arreglando las tuberías del agua de la calle... - "¿Te has dado un garbeo delante de ellos?" - ¿Yoooooooooooooooo? Cómo si no tuviese nada más que hacer... (dije, despreciativa) - "Pues ya lo estás haciendo porque te los he dejado a punto de caramelo ¡Menudos piropos me han dicho!" - Son unos guarros. Y tu, provocándolos. - "¡Vamos, que el bisnieto está cada vez más cerca!" - Huuuuuuyyyyyyyyy, que verguenzaaaaaaaaa. No puedo, no puedooooooo.

Al final, la abuela se ha ido más enfadada que un mono.

Cuando la puerta de la calle se ha cerrado detrás de la Cotilla, he ido a por Pascualita y me he encontrado con una sorpresa: la vecina ha colocado lazos por todo: en los tiradores de las puertas, ventanas, cajones, lámparas, grifos... incluso en el asa de la tapadera del cubo de la basura. Los había de todos los colores. Ahora se lleva mucho el amarillo y hasta en el acuario había un lacito amarillo.

Se me ocurrió una idea. Poner lazos distintos para no ser un barrio monocolor, sino multicolor y ayudar a cambiar el ceño fruncido por sonrisas. Se lo comenté a Pascualita y parece que le gustó porque se lió a cogerlos y tirarlos al suelo para, luego, rebozarse en ellos. - ¡Pascualita, que son para vender!






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