lunes, 3 de septiembre de 2018

Una historia creíble.

La abuela me ha contado una historia increíble que yo creo a pies juntillas porque, si no la creo a ella ¿a quién voy a creer?

Iba paseando por la Rambla del brazo de uno de los muchos novios de juventud que le quitaba a la Cotilla, hablando por los codos y sin fijarse más que en el ganado masculino que pasaba por su lado cuando, de pronto, el novio se agachó  sin avisar, la desestabilizó y por poco se da un morrón contra el suelo.

El chico se levantó sonriente, con una mano cerrada, diciendo: - Mira que he encontr... - A mi joven abuela se le había puesto un humor de perros. - "¡¿Qué haces, imbécil? ¡Por poco me tiras y me rompes las medias de cristal! Te iba a salir el paseo por un pico porque no te iba a quedar más remedio que comprarme unas" - Es que he enc...! - "¡Que modo de amargarme la tarde!. ¿Sabes que te digo? ¡Que te aguante tu santa madre, palurdo!" - Pero... pero... pero... nena... (al pobre se le cayó un lagrimón que bastada para llenar la fuente de la Rambla) - La abuela, hecha un basilisco por lo que le podría haber pasado, lo dejó con la palabra en la boca y plantado en medio del Paseo.

Unos días después alguien le contó que ¡vaya suerte la de tu novio! - "¡EX!" (puntualizó ella, picada aún) - ¿Lo has dejado, precisamente, ahora que se ha hecho rico? - ¿Le ha tocado el cupón de los Ciegos? - ¡Mucho mejor! Encontró una piedra digna de la esposa de un marajá. Y ahora tiene cuenta corriente y una cantidad con muchos ceros en ella. - "¿Has bebido?" - No, no había bebido.

Desde entonces, segunda década del siglo XX, pasea por la Rambla todos los días, escudriñando todos los rincones por si encontraba otra gema igual.

Un día, sentada en uno de los bancos de piedra, vio pasar un cochazo con chófer uniformado. El caballero sentado detrás, mandó parar. El chófer se acercó a mi abuela (ya lo era) y le entregó un paquetito perfectamente envuelto en papel de seda con un precioso lazo dorado. - Mi amo y señor dice que es para usted. - Al abrirlo encontró unas medias de cristal. - Que regalo tan tonto (dije yo). Si eso ya no se llev... ¡aaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyyyyyy! Me dio un pescozón cuya intensidad fue tal que batió todos los records y ahora figura en el Libro Guinnes.

Pascualita estuvo aplaudiéndo y haciendo la señal de OK el resto de la semana. ¡Maldita media sardina!
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario