miércoles, 5 de septiembre de 2018

Historias contra el calor.

La Cotilla está ahogada en sudores y se pasa el día dormitando en mi casa o bebiendo chinchón on the rokcs entre sopor y sopor. La abuela, que ya no puede ver a su mayordomo sin enfadarse, pefiere venir también a casa. - "Le he dejado una buena lista de tareas para que no se aburra" - Cada día lo veo más canijo al inglés. - "¡Ya ves tú lo que me importa!" - No sé que te ocurre. Durante un tiempo fue el don más preciado de tu casa, abuela pero ahora no quieres ni verlo. - "¡Porque me abandona como a una colilla!"

- Recuerdo un día que, al salir del colegio, encontramos a un hombre tendido sobre las vías del tren. - "¡Ay, sí, Cotilla, lo que nos reímos!" En aquellos tiempos iban tan mal los horarios que si una persona quería suicidarse a las cinco de la tarde, a lo mejor (o peor) le tocaba esperar  hasta las siete. Algunos desistían, enfadados por la poca formalidad"

Tantos retrasos acabaron creando una leyenda negra en torno a la impuntualidad de los trenes. El Gremio de Suicidas Cabreados protestó, enérgicamente, en varias ocasiones: ¡¡¡Nosotros tenemos palabra, Nuestros trenes no y así no hay quién se suicide!!! (decía una pancarta que lideraba la manifestación que recorría las calles de Palma... hasta que los grises sacaron las porras (a la hora en punto) y ahí se acabó la protesta.

El día del suicida frustrado prometía ser un acontecimiento social y fraternal de los vecinos de uno y otro lado de las vías del tren.

Como la cosa iba para largo, muchas madres subieron a sus casas a preparar cena para comerla en la calle en amor y compaña. Hasta el suicida se veía contento de verse tan acompañado pero, lo poco gusta y lo mucho cansa. Sobre todo los críos no tardaron en protestar: ¡¡¡Que se mataeeeeeeeeee. Que se maaaaaate...!!! Pero se ve que el maquinista del tren tenía una historia amorosa con una vecina de un pueblo y hasta que no quedaba satisfecha, de allí no se iba nadie.

Finalmente, el suicida frustrado, se levantó de las vías, hizo una reverencia a los presentes y cabizbajo y decepcionado, se fue andando calle abajo. - A mi me dio penita. - "Por lo visto, meses más tarde lo intentó de nuevo varias veces hasta que se le fueron las ganas de matarse... Dicen que acabó liándose con la amante del maquinista y fueron felices hasta que un día del mes de Mayo florido, cruzando las vías del tren, una locomotora, haciendo maniobras, lo atropelló dejándolo plaaaaano como un papel de fumar. La faena fue muy aplaudida.

- Hubo opiniones para todos los gustos: que si había sido una revancha del maquinista; que si ella quería cambiar al suicida por otro que no fallara tanto como una de esas escopetas de Feria... - "¿A qué ha venido  sacar a relucir ésta historia?" - No sabía que debía venir a cuento... ¿Otra copita? - ¡Venga! - Y la abuela, como siempre, echó un buen chorreón de licor en el acuario de Pascualita.





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