sábado, 8 de septiembre de 2018

Le da un telele a Andresito.

Andresito está preocupado por su porvenir político. - ¿Aún no estás jubilado, abuelito? - Un político de raza como soy yo, no se jubila nunca. - Pues ya tienes edad para vivir de tus comisiones. - ¡¿Qué quiéres decir, nena?! ¿Mis rentas? ¡Que te conste que NUNCA me he llevado nada que no sea mío, salvo que me lo regalaran! - Abuelito, no te exaltes que te va a dar algo... aunque, como dice el sabio refrán español: quien se pica, ajos come. - ¡No me gustan éstas bromas! - Vale, vale... ¿qué bromas?

Tuve que llamar a la abuela a su casa. - Que sí, que le ha dado un telele... ¡Yo no le he hecho nada! ... ¡Que nooooooo! ... Hablábamos de política... ¡Y yo que sabía!... ¡¡¡NO ME DESHEREDES AHORA QUE ESTÁ A PUNTO DE PALMARLA!!!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Es verdad lo que estoy oyendo? Alguien ha escuchado mis plegarias y la Torre del Paseo Marítimo ¡será mía! Yujuuuuuuuuuuu. - No se haga ilusiones, Cotilla. La familia es lo primero y la abuela se queda. - No olvides que su primer marido era más jóven y fíjate los años que hace que palmó.

No me gustó nada la extraña mirada que me echó la vecina por eso recurrí a Pascualita. La metí en el termo de los chinos, lo colgué de mi cuello y salí camino del Hospital. La Cotilla se pegó a mi como una lapa. Tanto es así que al entrar en la puerta giratoria quedamos atascadas y se formaron dos grandes colas: una para la gente que quería entrar y otra para salir.

Al final apareció Bedulio por allí para poner órden en aquel desconcierto pero al vernos dio media vuelta dispuesto a salir corriendo. Después de un buen rato, primero para convencerlo de que debía imponer su autoridad  y luego asegurándole que no íbamos a hacerle nada malo. - No... me fío...- se despejó la muchedumbre.

La abuela estaba en una sala de espera haciendo ganchillo. La Cotilla murmuró: - Malo, malo... - ¿Por qué? (pregunté) - Hizo lo mismo cuando se puso de parto de tu madre. - La miré incrédula. - ¿Me está diciendo que mi abuela está embarazada? ¿Que ya no voy a ser nieta única? ¿Qué voy a ser destronada por un bebé que llega con setenta años de retraso? ¡¡¡ME NIEGOOOOOO!!!

Una enfermera, con el dedo índice sobre los labios, pedía silencio desde un cartel clavado en el tablón de anuncios. - Bedulio se acercó a la abuela. - ¿Hay que buscar un culpable? - "Es mi nieta. Le ha echado mal de ojo a mi pobre Andresito. Lo mismo que le ocurrió a mi primero marido" - Pero ella no había nacido entonces... ¿o sí? - "No pondría la mano en el fuego" - ¡¡¡ABUELA!!! - Otra vez la enfermera del cártel reclamó silencio.

Un médico se acercó con un pinganillo en la oreja. Antes de llegar hasta nosotras, se paró en seco y gritó - ¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOOOL!!!

Pascualita, harta de estar encerrada, llenó la boca de agua y se la lanzó a la cara. Inmediatamente los labios del médico crecieron, crecieron, crecieron... mientras él gritaba, gritaba... cada vez menos debido a la hinchazón. - Esta vez te has pasado con el colágeno, doctor Pocholo.- le dijo un colega que pasaba por allí.

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