miércoles, 19 de septiembre de 2018

¡Menudo festín se dio Pascualita!

Hay mar de fondo entre mis abuelitos y ¿cómo no? me ha tocado a mi comerme el marrón. Para empezar volví a mi casa con Andresito - "¡¡¡Llévatelo. Llévatelo o no respondo de mi!!!" (me gritó la abuela mientras una taza de porcelana de Sevres se estrellaba contra la puerta de la calle cuando la cerraba tras de mi.

En el trayecto de vuelta pensé dejar las cosas claras. Quise decirle que si se divorciaban yo me quedaría a vivir con él "en la Torre del Paseo Marítimo" Pero no me dio tiempo porque, entre suspiros, me dijo: - ¡Que mujer tengo! Es un polvorín que cuando estalla es de lo más peligroso pero ¡me encanta! No puedes imaginarte lo que son nuestras reconciliaciones. Son... - ¡Noooooo, gracias! No me interesan los detalles.

A los dos días de estar conmigo Andresito parecía un alma en pena. No sabía qué hacer ni donde meterse. Echaba de menos su rolls royce, sus paseos por el Marítimo. Su vermout en el Club de Mar... y sobre todo la echaba de menos a ella. En casa solo se oían suspiros de almas en pena ¡Que pesado!

- Sal por el barrio, compra lo que te apetezca comer, discute con el barrendero, en fin. Haz lo que sea menos hablar de política.

Me hizo caso y se fue. Dos horas después regresó con dos bolsas llenas de agua y pececillos que vació en el acuario. Después se retiró unos pasos y estuvo contemplando como nadaban los nuevos inquilinos. - Mira, nena. No te lo he querido decir antes pero, hace tiempo que pienso que tienes infrautilizado el acuario. Están bien las algas pero... ¿a qué ahora está más molón?

- Sí ¿Has traído algo para comer? - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! Andresito ¿qué haces aquí? - Le he pedido asilo familiar a mi nieta durante unos días. - ¿A qué la culpa la tiene Aznar? ¡Lo dije en cuanto asomó la jeta en la tele! Lo poco que va a durar Andresito en su casa. ¿Te quedas a comer? ¿Qué has traído?

Nadie, ni con una fuerza inusitada, hubiese podido sacar a la Cotilla sospechando, como sospechaba, que habría cosa rica en la mesa. Llamaron a la puerta. Traían la comida desde uno de los mejores restaurantes de Palma. 

El primer plato era de arroz. - ¿Sabes de qué me acuerdo ahora, nena? del arroz que le tirábamos a los peces en la playa y cómo la superficie del mar se llenaba de boquitas redondas de peces sorbiendo el aceite. - Y sin más, se levantó plato en mano, tiró unos granos de arroz al agua del acuario y esperó a que acudiesen los peces... - Que raro... no aparece ninguno...

Más tarde, mientras el abuelito roncaba a dúo con la Cotilla en la salita, me acerqué al acuario. Tiré un chorreón de chinchón en el agua y Pascualita subió veloz haciendo la señal de OK. Mientras yo miraba, tristemente, como algunas pequeñas escamas brillaban sobre las algas del fondo.


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