viernes, 21 de diciembre de 2018

¡Anda, ande, andeeeeee!

Antes de irnos para casa, la abuela le preguntó al fotógrafo que quedaba en la playa, que cuándo saldría el reportaje. - ¿Dónde? - "En los periódicos y la tele ¿dónde va a ser?" - A mi que me registren. - Pero... ¿no trabajas en la prensa? - No. Yo pasaba por aquí y me he quedado a ver cómo hacíais el tonto. Aunque preferiría que las camisetas fueran del Baleares. - ¡Pero si son de Papa... ! - "¡Chist. Calla boba de Coria. Que vergüenza!" - Es que... - ¡Chitón!

La abuela llamó a Geoooorge y, llegó con el rolls royce y la calefacción puesta. Temblábamos como hojas bajo un vendaval ¡Que frío teníamos! Los dientes nos castañeaban como castñuelas. Hasta el tonto del inglés estaba emocionado. - Mi gustar castañolas. Yo añorar cuando estar con Brexit... ¡snif, snif!

La Cotilla no paraba de decir: - Nunca más... nunca más... nunca más... - La abuela se enfadó con ella: - "¡A lo hecho, pecho, Cotilla!" - De repente, me di cuenta de que Pascualita no estaba. - ¡¡¡Abuela!!! (grité y eso bastó para que supiera que faltaba nuestra sirena) - "¡¡¡Frena el coche, inglés!!! - El frenazo hizo que nos fuéramos las tres hacia adelante y dimos contra el cristal de separación de los sientos. - "¡La madre que te parió!" - ¿¡Qué pasa? (la Cotilla se rascaba la frente) - Falta Pasc... falta una cosa que he perdido. - ¡¡¡¿Otra vez haciendo de Celestina con tu abuela? Que bajo has caído!!!

- ¡Oiga, que no!...  - "Volvamos a la playa" - Buscamos entre la arena y las bolsas de plástico. No encontramos nada. - No me extraña. Parece que buscáis colillas, puñeta. - Allí no estaba. - Me entró una desazón que me impedía respirar bien. La cara de la abuela era de preocupación. ¡No podíamos irnos sin encontrarla!

Geooorge, que también buscaba, sin saber qué, se asustó al vernos: - You zombie. Yo tener miedo. - Nos miramos entre sí y era cierto, dábamos miedo. El frío, la fiebre, el qué dirán, el disgusto de haber perdido a Pascualita, fueron el detonante para sentirnos mal. - ¡Son tres neumonías! - gritó el médico de urgencias.

Más tarde, acurrucadas sobre unas camillas, con las mascarillas puestas y tapadas hasta las orejas con la ropa de cama, la abuela y yo lloramos la pérdida de Pascualita... De pronto, un pequeño movimiento del termo de los chinos nos indicó que la sirena seguía allí. La abuela, en su alegría, a punto estuvo de dar con sus huesos contra el suelo. Llamó a la Torre del Paseo Marítimo. - ¡Georrrrge, trae chinchón. Dos botellas¡

¡Que lista Pascualita! Prefirió quedarse en el termo en lugar de meterse en aquella agua fría. Cuando los médicos vinieron a pasar la visita, tuvieron que emplearse a fondo con nosotras mientras que, puestas de pie sobre las camillas,cantábamos villancicos


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