lunes, 10 de diciembre de 2018

Tema Edad: top secret.

Pascualita ha olido el pescado que he traído del mercado y no para de saltar del acuario a la mesa del comedor, de allí a una silla y de ésta al suelo. La he encontrado reptando camino de la cocina unas cuantas veces. Con el guante de acero como escudo a sus mordiscos, la he cogido cada vez y la he metido de nuevo en el acuario. El enfado de la sirena es de campeonato. En cuanto me ve suelta dentelladas a diestro y siniestro.

- ¡Ahora te daré un trozo, pesada, pero no vayas por el suelo que puedo pisarte! - Pero el bicho no entra en razón. Cuando quiere una cosa, la quiere ¡ya! - ¡No se tomó Zamora en una hora, jodía! - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¿Con quién hablas ahora? - ¿No sabe llamar a la puerta? - ¿Para qué si tengo llaves? - ¡Ya me las está dando! - No cambies de conversación y díme si tengo que llamar a los loqueros. - ¿Para qué? - Para que te pongan una camisa de fuerza. ¿O sigues con tus clases de oratoria? - ¡Exacto! Veo que tiene buena memoria, Cotilla.

- ¿A qué apesta? - No sé... - ¡A pescado podrido! - Lo acabo de comprar bien fresco. - ¡A mi no me des de eso que no quiero morir joven! - Jajajajajajaja ¡que chiste más bueno, vecina! - "A ver, cuéntalo otra vez, Cotilla , que no lo he oído. - ¡Abuela! ¿por dónde has entrado? - "A través de las paredes como el ánima de tu primer abuelito."

La Cotilla le contó "el chiste" a la abuela. - "¿Dónde está la gracia?" - No tengo ni idea pero tu nieta se ha reído mucho. - Retrocedí lentamente mientras la abuela dio dos pasos hacia mi. - "¿Qué te he dicho yo sobre lo de hablar de la edad?" - No me he reído. Ha sido un... tic... nervioso... - "Eso espero. Piensa que, tanto la Cotilla como yo, sobre todo yo, estamos en sazón, en la flor de la vida."

Sin yo querer, el cerebro me jugó una mala pasada y un esbozo de sonrisa se pintó en mi cara y aunque me llevé las manos a la cara, la abuela, lo había visto y me tiró lo que tenía más a mano: el bolso de la Cotilla, que pesa un quintal.

Llevo dos días en la UCI. El impacto de la bolsa contra mi cabeza casi acaba conmigo. La abuela y el abuelito viene a verme a la hora convenida y se pasan esos minutos jugando a las cartas y brindando con chinchón celebrando que no haya quedado más tonta que antes... Lo peor de todo es que no son capaces de ofrecerme ni una gota.

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