miércoles, 26 de diciembre de 2018

Tres días de Fiesta... ¿frengando?

¡Me han tenido secuestrada los tres días de Fiesta.! La abuela me invitó a comer a su Torre del Paseo Marítimo. Al entrar en el comedor lo encontré lleno de gente. Estaba la Cotilla, Blas el parado, Bedulio, el Médico masoquista (hijo de Andresito que, por supuesto, también estaba allí). La Momia, rodeada de sus cubanitos-culitos-respingones, presidía la mesa.

Había jóvenes a los que no conocía. Por eso supuse que serían candidatos a ser alguno de ellos, el futuro padre del bisnieto de mi abuela. Y me puse nerviosa. ¡¿Será posible que no pueda dejarme en paz ni en Navidad?!

Geooorge, el mayordomo inglés, vistió y sirvió la mesa impecablemente, como se esperaba de él. Los asuntos protocolarios los lleva a la perfección. ¡y eso también me pone nerviosa porque no sé lo que tengo que hacer! Decidí pasar de él y su parafernalia porque, al fin y al cabo no estábamos en Bukingam Palace y me dediqué a ser simpática con el Médico, que tenía sentado frente a mi en la mesa.

Iniciamos una conversación en la que él no parecía tener mucha ilusión hasta que le arreé una fortísima patada en la espinilla que lo dejó cojo para todo el día y parte del otro. De repente, toda su atención fue para mi. Mientras de sus ojos caían cataratas de lágrimas de dolor, su boca dibujaba una babeante sonrisa.

Donde antes solo veía una mujer que no le hacía ni fu ni fa, ahora veía a una hembra fuerte, decidida, la mujer que, a través del dolor físico, lo llevaría al Nirvana para fundirse en un estallido de orgasmos
inacabables. Y mientras, yo me divertía horrores haciéndole pagar mi nerviosismo.

Y así transcurrió la cena de Nochebuena. Entre patadas salvajes por debajo de la mesa y sonrisas luminosas de cara a la galería. El Médico, cuanto más golpes recibía, más le interesaba yo...

Recuerdo que brindamos una y otra vez. El cava rodaba por las escaleras que llevan al patio de entrada... Ya borrachos perdidos rematamos con chinchón mientras Pascualita, curiosa, asomaba la cabeza por la boca del termo de los chinos.

Y así hemos pasado tres largos días: comiendo, bebiendo, riendo, jugando a juegos de mesa, sintiendo la mente nublada por el licor. Cualquiera diría que me lo he pasado muy bien. Sin embargo tengo un come, come que me tiene preocupada... Tengo las manos hinchadas y un vago recuerdo muy lejano, de haber fregado pilas de platos, montones de copas, ollas, sartenes, cubiertos, etc. etc. y de haber limpiado la gran cocina de la abuela, una y otra vez... Se lo he comentado a ella pero se ha limitado a decir: "¡Lo que hace el chinchón, boba de Coria!" - Mientras la Cotilla y ella se partían de risa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario