sábado, 1 de diciembre de 2018

La Cotilla y sus rebajas.

Que bonita está Palma con la iluminación navideña. Y que tétricas las calles a las que no les ha tocado en suerte. He salido a pasear con Pascualita, que también tiene derecho a disfrutar de las cosas guapas.

Lo inquietante es que, todas las veces que me acerco a lugares llenos de gente, aparece por allí la Cotilla. Hace como que no me ve porque está "trabajando" y no quiere distraerse, como dice ella, porque es muy profesional gracias a su gurú Luis Bárcenas a quién ella considera su maestro.

Por eso llevo siempre bien sujeto el bolso. En cambio, el termo de los chinos va abierto para que la sirena no se pierda detalle de escaparates, jaleo de gentes, casetas de regalos, etc. Hemos pasado junto a un puesto de goofres y ha saltado hacia ellos en cuanto los ha olído. Ha caído sobre uno que se estaba haciendo y no me ha quedado más remedio que darle un empujón a un hombre al que estaban despachando, subirme en su espalda y rescatar a Pascualita que ya empezaba a oler a chamusquina.

Fue todo tan rápido que todos supieron que había pasado algo pero no supieron qué.

Me detuve frente al Corte Inglés en cuya fachada luce una enorme cortina de bombillas. Pascualita se restregó los ojos al quedar deslumbrada y siguió comiéndo sus pelos-algas tostados. Creerá que son espaguettis torraditos.

Me fijé que se habían apagado bombillas de la "cortina"  y pensé que menudo trabajo tener que reponerlas otra vez a riesgo de romperse la crisma el operario que tuviese que hacerlo.

La Cotilla apareció, de nuevo, cerca de mi. Y no le di importancia hasta que la oí vocear: ¡Bombillas, vendo bombillas a buen precio. Rebajadas, oiga, como si hoy fuese el Viernes Negro ese!

Me fui a casa. En la tele daban un reportaje sobre la misteriosa desaparición de bombillas en los grandes almacenes. La cámara hizo un zoom hacia un punto concreto donde, en ese mismo instante, estaba "desapareciendo" otra bombilla.

Se vio claramente como una mano enguantada de negro, desenroscaba la bombilla y se la guardaba en una bolsa que llevaba en bandolera.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! Mira, para que no te quejes, traigo unas magdalenas que estaban en el contenedor del Súper, boba de Coria. - Con el buen jornal que ha echo hoy podría haberse estirado y traer algo que no esté a punto de caducar (dije con rabia) - ¿Qué insinúas? - No insinúo ¡Afirmo! que se ha sacado unos buenos cuartos con las bombillas del... - ¡Alto ahí! Mis ganancias son para mi vejez. Lo del contenedor es para regalar. - ¡Pero si ya está en plena vejez! - Hasta los cien años no hay vejez que valga. - ¡Estoy apañada!

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