miércoles, 19 de diciembre de 2018

Chantaje navideño.

Tengo el balcón lleno de cáscaras de huevo, piedras, algún que otra bolsa de basura reventada... en fin, un asco. Y todo por culpa de la abuela y su idea de adornar el dichoso árbol de la calle. Además me encargó que cada mañana pusiera la música de villancicos a toda pastilla para que también la escucharan los vecinos más lejanos, que tienen el mismo derecho que los más cercanos.

El mismo encargo me hizo también para el encendido de las luces. Pero al irse me dijo: "Como tu no eres de fiar, mandaré, todos los días, a Geoooorge para que lo haga él" - Gracias, abuela, por la confianza (dije con retintín, pero no se inmutó)

Así que ahora me despierta el Campana sobre campana a voz en grito. El primer día por poco me da un infarto. No me esperaba esa escandalera a las ocho de la mañana. Me levanté de un salto y corrí a ver que pasaba. Encontré al inglés haciendo de inglés: tomando un té con pastas, sentado a la mesa de la cocina. - ¿Esas pastas la ha traído la Cotilla? - Ser mías. Tu no tocar. - ¡La madre que te parió!

Por la tarde la calle se llenó de luz, además del cántico. Y estuvo bien porque los vecinos ya habían tomado bastantes calmantes para el dolor de cabeza. Agradecieron la luz hasta que se sentaron a ver la programación de noche de la tele. No les quedó más remedio que correr las cortinas si querían verla bien. Aunque lo peor fue cuando se acostaron y la luz seguía entrando a través de las persianas y las cortinas. Fue entonces cuando comenzaron las protestas más fuertes. Y así siguen.

Ahora el árbol es un ser triste. Los pájaros y los insectos han emigrado. No pueden dormir ni de día ni de noche los pobres. El alcalde mandó a los municipales. Vino uno: Bedulio, al que los vecinos insistieron para que me prohibiera todo aquella parafernalia. Pero, en cuanto se enteró de que la escandalera provenía de mi casa, echó a correr hacia el cuartel y se refugió en los calabozos.

Pascualita está histérica y no sale del interior del barco hundido. Y yo llevo tapones en los oídos y no  me entero de la misa la media.

La abuela me ha anunciado que estas fiestas comeremos TODOS en mi casa. - ¿Qué Todos? - "Seremos entre veinte y veinticinco, nena" - ¿Y eso? - "La Cotilla ha invitado a algunos amigos de sus noches de trapicheo" - Pues mandame dinerito. - "¿De quién es la casa? Pues tu pagas". -  Comeremos bocadillos de choped. - "Cambiaré el testamento y te quedarás sin la Torre del Paseo Marítimo." - Vaaaaaaaaaleeeeee...

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