lunes, 17 de diciembre de 2018

Otra más...

Por fin se le ha quitado la pintura amarilla de la cara a Pascualita. Lo malo es que lo ha hecho a trozos y ha sido peor el remedio que la enfermedad. Cuando la miro se me ponen los pelos de punta ¡que fea está la jodía! En cuanto a su colapso mental, sigue igual. No sé como hacerla reaccionar.

He comprado un salmonete en el mercado y lo he metido en el acuario. Esperé a ver como se lo comía pero, todo lo que ha hecho la sirena, ha sido acercarse y darle besitos. Está más grave de lo que pensaba. Necesita un psiquiatra. Se lo comenté a la abuela  ha dicho que nones. Que aunque la profesión de esos médicos tengan un nombre extravagante, siguen siendo personas. Y las personas somos seres curiosos y enseguida querrían saber de dónde hemos sacado a la sirena, etc. etc. De modo que la terápia tendremos que hacérsela nosotros.

En la pequeñísima biblioteca de intercambio de libros usados que hay junto a la Pescadería del mercado, he buscado alguno que tenga un tema relacionado con la psiquiatría. Quizás tenga un capítulo dedicado al apartado de Clientes exóticos... no había ninguno.

Bien pertrechadas de chinchón y almendras fritas, nos hemos sentado en la salita con la vista fija en el extraño Belén donde las figuritas están representadas por la pandilla de sinvergüenzas, que ésta siendo juzgada, de la trama Gürtel.

Después, nuestra atención se centró en la pantalla de la televisión. A Pascualita y a mi nos encanta ver anuncios. A veces incluso más que muchas de las películas que dan a continuación. Estiré las piernas sobre el puf, coloqué a Pascualita sobre mi falda, bien relajadas ambas, preparadas para tragarnos lo que sea que den en la tele.

De repente apareció una locutora para dar la noticia de un nuevo crimen contra las mujeres: joven, guapa, deportista, maestra de escuela, con familia, novio, ilusionada con su trabajo y toda la vida por delante.

Mientras la locutora hablaba, la cola de pez de Pascualita, se tensó y dio un gran salto mortal para estrellarse, ruidosamente, contra la pantalla. No le importó darse uno y otro y otro porrazo ya que insistió en la embestida.

Tuve que pararla con ayuda del guante de acero. Estaba fuera de sí y eso que todavía no había visto a la Esteban. No sabía a qué venía esa reacción. su furia no paró hasta que cambiaron de noticia. ¡Pascualita reaccionaba de ésta manera contra los crímenes machistas! Es mucho más humana que los asesinos que nos matan.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¡Vaya...! - En este momento entró también la abuela. Sin habernos puesto de acuerdo, íbamos de negro. Llevábamos luto por las muertes injustas de las mujeres

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