martes, 18 de diciembre de 2018

La locura de los preparativos.

El concierto de pitos debajo del balcón me ha avisado de la llegada del rolls royce de los abuelitos. Unos minutos después la abuela y Geooorge, cargado con una pila de cajas que apenas le dejaban ver por donde andaba, entraron hasta el comedor.

- "Ya no podrás decir nunca que no te regalo nada. Hemos hecho limpieza general en la buhardilla de la Torre del Paseo Marítimo y te traigo algunas cosas que hemos encontrado y no me sirven para nada" - ¿Quiéres decir que vas a llenarme la casa de trastos? - "Es la clásica fórmula de desvestir a un santo para vestir a otro" - Pues, vaya gracia.

- "He decidido que tu barrio necesita rehabilitarse, ponerse guapo, atractivo para vecinos y foráneos. Que los comercios vuelvan a tener la vida que perdieron. Y para eso, he pensado que qué mejor que empezar en éstas fechas en que estamos. Y empezaremos por tu árbol de la calle" - No es mío. Es del Ayuntamiento... - "Si está debajo de tu casa, es tuyo y punto."

Geoooorge vació las cajas sobre la mesa del comedor que se llenó de espumillón de todos los colores y tamaños. Bolas de cristal, de plástico, de madera. Figuritas para colgar de las ramas había cientos. - ¿De dónde sale todo ésto? - "Es de la familia de mi suegra. Algunas se las compraron a su abuela cuando era niña. Ahora coge la escalera, la apoyas en el tronco del árbol y te subes a él para ir poniendo los adornos" - ¿Yooooooooooooooooo? - "¡Claro! ¿no es tu casa? ¿no es tú árbol? ¿no es tu escalera? ¡Pues, hija. Blanco y en botella."

Por más que protesté para que se subiera Geoooorge en vez de yo, la abuela no dio su brazo a torcer. -"Solo faltaría que se cayera, se lesionara y yo me tuviera que pasar las comidas de Navidad sin mi mayordomo inglés ¡Ni hablar del peluquín!"

Unas horas después. Y de haber ido y venido unas cuantas veces de la tienda de los chinos del señor Li en busca de luces de adorno, el árbol quedó hecho un primor.

La abuela fue llamando a los vecinos y vecinas para que acudieran al encendido de la iluminación. La calle se llenó para ver el espéctaculo y quedó boquiabierta ante tamaña iluminaria. Al mismo tiempo sonaron los villancicos a toda potencia. La gente aplaudía, encandilada. - ¡Nunca tuvimos algo así en el barrio! - A los veinte minutos empezaron las quejas. - ¡Poned la música más floja, hombre! - "Ya salió el tiquismiquis de turno" - ¿Apagaréis las luces por las noches? - ¡Que va! ¡alegría, alegría! - ¡Mañana trabajamos! - Una mujer, apretando el brazo de su marido, exclamó: - ¡Que ganas tengo de que me toque el gordo para poder perder de vista a estas dos! Y nos señaló a la abuela y a mi.

A Pascualita, que estaba con nosotras, no le gustó el tono de desprecio que usó aquella vecina contra nosotras y le escupió a la tripa pero quien recibió fue el marido. Rápidamente, el veneno causó estragos. El volumen del cuerpo se multiplicó por veinte. - Su mujer, al verle saltar, llorar, gemir, moquear, se volvió majareta y gritaba a los cuatro vientos mientras se refregaba contra él: - ¡¡¡ME HA TOCADO EL GORDO. ME HA TOCADO EL GORDOOOOOOOOOO!!!

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