El concierto de pitos debajo del balcón me ha avisado de la llegada del rolls royce de los abuelitos. Unos minutos después la abuela y Geooorge, cargado con una pila de cajas que apenas le dejaban ver por donde andaba, entraron hasta el comedor.
- "Ya no podrás decir nunca que no te regalo nada. Hemos hecho limpieza general en la buhardilla de la Torre del Paseo Marítimo y te traigo algunas cosas que hemos encontrado y no me sirven para nada" - ¿Quiéres decir que vas a llenarme la casa de trastos? - "Es la clásica fórmula de desvestir a un santo para vestir a otro" - Pues, vaya gracia.
- "He decidido que tu barrio necesita rehabilitarse, ponerse guapo, atractivo para vecinos y foráneos. Que los comercios vuelvan a tener la vida que perdieron. Y para eso, he pensado que qué mejor que empezar en éstas fechas en que estamos. Y empezaremos por tu árbol de la calle" - No es mío. Es del Ayuntamiento... - "Si está debajo de tu casa, es tuyo y punto."
Geoooorge vació las cajas sobre la mesa del comedor que se llenó de espumillón de todos los colores y tamaños. Bolas de cristal, de plástico, de madera. Figuritas para colgar de las ramas había cientos. - ¿De dónde sale todo ésto? - "Es de la familia de mi suegra. Algunas se las compraron a su abuela cuando era niña. Ahora coge la escalera, la apoyas en el tronco del árbol y te subes a él para ir poniendo los adornos" - ¿Yooooooooooooooooo? - "¡Claro! ¿no es tu casa? ¿no es tú árbol? ¿no es tu escalera? ¡Pues, hija. Blanco y en botella."
Por más que protesté para que se subiera Geoooorge en vez de yo, la abuela no dio su brazo a torcer. -"Solo faltaría que se cayera, se lesionara y yo me tuviera que pasar las comidas de Navidad sin mi mayordomo inglés ¡Ni hablar del peluquín!"
Unas horas después. Y de haber ido y venido unas cuantas veces de la tienda de los chinos del señor Li en busca de luces de adorno, el árbol quedó hecho un primor.
La abuela fue llamando a los vecinos y vecinas para que acudieran al encendido de la iluminación. La calle se llenó para ver el espéctaculo y quedó boquiabierta ante tamaña iluminaria. Al mismo tiempo sonaron los villancicos a toda potencia. La gente aplaudía, encandilada. - ¡Nunca tuvimos algo así en el barrio! - A los veinte minutos empezaron las quejas. - ¡Poned la música más floja, hombre! - "Ya salió el tiquismiquis de turno" - ¿Apagaréis las luces por las noches? - ¡Que va! ¡alegría, alegría! - ¡Mañana trabajamos! - Una mujer, apretando el brazo de su marido, exclamó: - ¡Que ganas tengo de que me toque el gordo para poder perder de vista a estas dos! Y nos señaló a la abuela y a mi.
A Pascualita, que estaba con nosotras, no le gustó el tono de desprecio que usó aquella vecina contra nosotras y le escupió a la tripa pero quien recibió fue el marido. Rápidamente, el veneno causó estragos. El volumen del cuerpo se multiplicó por veinte. - Su mujer, al verle saltar, llorar, gemir, moquear, se volvió majareta y gritaba a los cuatro vientos mientras se refregaba contra él: - ¡¡¡ME HA TOCADO EL GORDO. ME HA TOCADO EL GORDOOOOOOOOOO!!!
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