miércoles, 5 de diciembre de 2018

Los décimos de Navidad.

Tengo el pálpito de que éste año, me va a tocar la Lotería de Navidad. Se lo he comentado a la abuela y ha dicho que le parece bien, aunque sea Gordo, que la cuestión es que me toque alguien. - ¿Crees que pueden tocarme dos premios en el mismo sorteo? ¡Eso sería suerte!

Le he comprado dos décimos a la Cotilla porque me ha asegurado que me tocan fijo. - ¿Y usted cómo lo sabe? - Porque ya han salido premiados en otro sorteo, boba de Coria. -¿En serio? - ¡Claro! ¿Quiéres alguno más? Son veinticinco euros... - Me parece que son veinte euros, Cotilla. - Los décimos normales, sí. Los que ya salieron premiados son más caro porque vas sobre seguro. - Estoy deseando que llegue el día de la Lotería para ver cuánto cobro

La abuela dice que no me haga muchas ilusiones pero ¿por qué no voy a hacérmelas? Para eso he comprado los décimos ¡Para que me toquen muchos millones! Así tendré tantos novios que tendré que apartarlos a codazos.

La Cotilla ha vuelto a poner un altar para los Amigos de lo Ajeno en mi salita. - Te he dejado un sitio para que pongas los décimos. Enciénde algunas velas y reza mucho. Verás cómo funciona. Yo aprovecharé para pedir ayuda para mi gurú Bárcenas. Una inteligencia como la suya no puede perderse entre cuatro paredes enrejadas. - ¡¿Pero no le había dicho yo que no quiero altares en mi  casa?! - Enciende unas velitas y calla, agonías.

Resultó que el altar estaba lleno de velas. Una vez encendidas una docena de ellas, una ráfaga de aire entró por la ventana, levantó una punta de la cortina y ésta rozó la llama de una velita ¡Y menuda la que se montó!

De la calle venían gritos de ¡¡¡FUEGO, FUEGO!!!. El coche de  bomberos llegó repiqueteo de sirenas. Yo grité: - ¡¡¡AGUAAAAAAAAAAAAAA!!!  - La Cotilla entró a toda prisa, con el acuario en la mano y antes de que yo pudiera reaccionar a la sorpresa, vació el agua en el altar.

Las algas, la arena, el barco hundido y Pascualita, todo sirvió para apagar el fuego que, no obstante, se había "comido" ya los dos décimos de lotería. Menos mal que la sirena salió de rositas del "accidente"- ¡Cotilla, devuélvame mis sesenta euros! - ¿Santa Rita, santa Rita, lo que se da no se quita! - Pues déme dos décimos más. - No me queda ninguno... - Así no me tocará la Lotería (dije, llorando a lágrima viva por mis ilusiones muertas) - ¡Menos mal! (me pareció escucharle a la vecina).

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