Me desperté de sopetón, con un sudor frío empapando mi cuerpo. Tenía la sensación de que me estaban observando desde muy lejos.
Abrí los ojos y miré a la ventana a través de la oscuridad del cuarto. Naturalmente no vi nada... al menos, de momento. Después, poco a poco, un suave resplandor verdoso, fue iluminando tenuemente, el rincón de la habitación más cercano a mi cama.
Pregunté, con un hilo de voz temblorosa. - ¿Abue... li...to? - Nadie contesto y, debo reconocer, que me alegré. La luz seguía subiendo de intensidad y, de repente, un rostro de otra dimensión, enmarcado por una corona faraónica, surgió a través de la luz verde.
No me pude contener y grité como una posesa mientras mi cuerpo temblaba imitando al baile de San Vito. Grité y grité hasta quedarme ronca. ¿Qué hacía el alma de un viejo faraón en mi habitación? Y sobre todo ¿Qué quería de mi? Esta pregunta me llevó a formularle otra al tétrico personaje: - ¿Viene a... violar... me? . Esperé la respuesta que no llegó. Entonces quise aclarar las cosas. - Si tenemos un ... hijo ¿será... faraón de Egipto? - Nada. No me contestó nada.
Quizás por estar milenios sin hablar había perdido la costumbre de hacerlo. - Seguí con mis aclaraciones. - Quiero que sepa que, antes que faraón, será bisnieto de mi abuela... - El antiguo rostro no pestañeo y entonces tuve un pálpito: Si se le había olvidado hablar por falta de uso de las cuerdas vocales, probablemente le ocurriera lo mismo a la "herramienta" que se usa al respecto del jolgorio-erótico-festivo y ni rociándolo con Tres en Uno, se pondría en pie de guerra.
Y en ese momento ¡se hizo la luz! Vamos, que se encendió la lámpara de cuarto, desaparecieron como por arte de magia, la luz verde y el rostro del faraón. En su lugar estaban la abuela y la Cotilla, que fue la encargada de la iluminación, partiéndose de risa.
- "¡Comprobado (gritó la abuela) Es más tonta de lo que creíamos!"
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