sábado, 14 de septiembre de 2019

¡La madre que las parió!

Me desperté de sopetón, con un sudor frío empapando mi cuerpo. Tenía la sensación de que me estaban observando desde muy lejos.

Abrí los ojos y miré a la ventana a través de la oscuridad del cuarto. Naturalmente no vi nada... al menos, de momento. Después, poco a poco, un suave resplandor verdoso, fue iluminando tenuemente, el rincón de la habitación más cercano a mi cama.

Pregunté, con un hilo de voz temblorosa. - ¿Abue... li...to? - Nadie contesto y, debo reconocer, que me alegré. La luz seguía subiendo de intensidad y, de repente, un rostro de otra dimensión, enmarcado por una corona faraónica, surgió a través de la luz verde.

No me pude contener y grité como una posesa mientras mi cuerpo temblaba imitando al baile de San Vito. Grité y grité hasta quedarme ronca. ¿Qué hacía el alma de un viejo faraón en mi habitación? Y sobre todo ¿Qué quería de mi? Esta pregunta me llevó a formularle otra al tétrico personaje: - ¿Viene a... violar... me? . Esperé la respuesta que no llegó. Entonces quise aclarar las cosas. - Si tenemos un ... hijo ¿será... faraón de Egipto? - Nada. No me contestó nada.

Quizás por estar milenios sin hablar había perdido la costumbre de hacerlo. - Seguí con mis aclaraciones. - Quiero que sepa que, antes que faraón, será bisnieto de mi abuela... - El antiguo rostro no pestañeo y entonces tuve un pálpito: Si se le había olvidado hablar por falta de uso de las cuerdas vocales, probablemente le ocurriera lo mismo a la "herramienta" que se usa al respecto del jolgorio-erótico-festivo y ni rociándolo con Tres en Uno, se pondría en pie de guerra.

Y en ese momento ¡se hizo la luz! Vamos, que se encendió la lámpara de cuarto, desaparecieron como por arte de magia, la luz verde y el rostro del faraón. En su lugar estaban la abuela y la Cotilla, que fue la encargada de la iluminación, partiéndose de risa.

- "¡Comprobado (gritó la abuela) Es más tonta de lo que creíamos!"


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