viernes, 6 de septiembre de 2019

Turistas en pisos, no.

La abuela ha venido diciendo que tenemos que ahorrar energía, no usar plásticos, reciclar la ropa, no tirar nada hasta que le hayamos sacado bien el jugo para no gastar más de lo necesario, cerrar bien los grifos...

- Mejor me haces una lista para que no se me olviden... ¿Y a qué viene ésto? - "A que debemos dejar un planeta mejor a los que vengan detrás de nosotros." - Detrás de ti voy yo... - "Me refiero a las siguientes generaciones" - Ah, pues yo no tengo generación detrás ni perrito que me ladre jejejejeje. - "¡Deberías avergonzarte!" - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaa!  ¿Ya la tenéis liada? ¡Que cruz tienes con esta chica!

- ¡Un momento! Usted tampoco tiene prole a la que dejar un planeta mejor. ¡¿No le da vergüenza?! - ¿Ya ha bebido chinchón de buena mañana? (le preguntó la Cotilla a la abuela) - "No. Es así de nacimiento." - No cambiéis de tema... ¿Usted recicla, no usa plásticos, gasta poco y no sé cuántas cosas más? - ¿Para qué? - ¡Eso digo yo! - Lo que voy a hacer ahora es forrarme... bajo cuerda, naturalmente, para que no me quiten la pensioncita que me dan. ¡¡¡En mi piso van a vivir turistas!!!

- ¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOO!!! (grité )

No había pasado ni medio minuto cuando la puerta de la calle fue golpeada repetidas veces y el timbre sonó con insistencia.

Abrí y en el rellano encontré a todos los vecinos y vecinas de la finca, armados con escobas, sartenes, tenedores, hachas, cuchillos y fregonas. Y con la misma resolución en la cara que aquellos franceses que iniciaron la Revolución hace dos siglos.

Pasaron en tromba hasta el comedor. Las dos amigas, estupefactas, contemplaron la invasión: - ¡A la guillotina! (gritó uno) y todos estuvieron de acuerdo. Alguien me preguntó si tenía una. Al decirle que no pasaron al plan B - ¡La colgaremos de una rama del árbol de la calle! - Y otra vez, estuvieron todos de acuerdo. - "¿A quién?" - Preguntó la abuela que no las tenía todas consigo por si la  confundían con una aristócrata. En cambio la Cotilla estaba en su salsa hasta que la cogieron, la levantaron y salieron con ella al balcón.

Llamé a Bedulio, más que nada para cubrirme las espaldas si le pasaba algo a la vecina. - A pesar del guirigay de voces y gritos, el Municipal entendió que todo aquello se debía a querer meter turistas en la finca. - Si fuese en mi finca yo haría lo mismo que vosotros.

La Cotilla sudaba la gota gorda. Los ojos giraban alocados en sus órbitas. Estaba aterrorizada. Y acabó diciendo que: - ¡¡¡NO LO HARE. LO JUROOOOOO!!!

Los ánimos se calmaron y del griterío y el enfado se pasó a la tertulia mientras el chinchón corría de mano en mano. Pensé, alarmada, que se lo beberían todo. Afortunadamente, Pascualita, vino a sacarme del apuro cuando se puso a dar saltos mortales y poniendo el suelo perdido de agua. - ¡¡¡CHOFFF, CHOFFF, CHOFFF!!! - ¿Qué... es... eso? - balbuceó Bedulio. - Puse mi cara más angelical. - Ya lo sabes... Mi primer abuelito debe estar harto de gritos.

La espantada que dio el Municipal arrastró al resto de los vecinos y en dos segundos en casa solo quedamos Pascualita, Pepe y yo.




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