viernes, 4 de octubre de 2019

Buñuelos.

Por las calles de Palma se extiende el aroma de los buñuelos que anuncian la próxima fiesta de Las Vírgenes, Ses Verges.

Ya llevo días comiéndolos a todas horas. Voy a fundir mi escaso sueldo en ellos y no podré pagar los gastos de casa pero valdrá la pena porque hasta el octubre próximo no venderán más.

Le he dado a probar uno a Pascualita. Me lo ha quitado de las manos y se ha sumergido con él escondiéndose entre las algas. Parece que no le ha gustado porque ha subido a la superficie como un misil y me lo ha tirado a la cara. He tratado de razonar con ella: - No se mojan en agua, pardala, sino en chocolate o con moscatel. - Creo que no me ha oído.

Una de las veces que he ido a comprarlos, he pasado delante de la tienda de los chinos del señor Li. - ¿Que lleval ahí? (me ha preguntado) - Buñuelos. - ¡Oh, sel tel.lible! ¿Y qué hacel con ellos? - ¡Comérmelos!

De repente ha perdido el color y ha caído redondo al suelo. - ¡Aaaaaaaagh! (gritaba) - De la tienda han salido chinos a punta pala y yo, disimuladamente, he salido por pies.  Una horita después ha llamado a mi puerta un Bedulio con cara descompuesta.  - ¡Siempre me toca a mi bailar con la más fea! (rezongaba por lo bajo) - ¿Fea yo? ¡Pues no bailo, hala!

Puso los ojos en blanco y sin dejar de sujetar la puerta del ascensor, que mantenía abierta, me preguntó a bocajarro. - ¿Te los vas... a comer? - ¿A qué te refieres? - A lo que llevas en la... bolsa (le dio una arcada) - A éstas horas, con chinchón. ¿Quiéres? - (Otra arcada. Esta vez más fuerte) - Oye, si estás enfermo, ya te estás largando.

- Tengo que cumplir con mi... deber. - Me apartó de golpe y corrió al cuarto de baño donde echó la primera papilla.

Cuando salió, la Cotilla ya había llegado y hacíamos un mano a mano con los buñuelos y la bebida. Bedulio, sudoroso, se acercó a la salita y al vernos masticar corrió, de nuevo, al baño.

- ¿Qué le pasa? - Se habrá contagiado del señor Li. Páseme el chinchón on the rocks. - Humm, estos buñuelos están de muerte (la Cotilla se relamió de gusto) - Bedulio se asomó de nuevo para decir que se iba. - Te invitaría a buñuelos pero como estás pachucho nos los comeremos nosotras.

El Municipal se enderezó. - ¿Buñuelos?... ¿Son buñuelos? - Sí, hijo, pero si quiéres uno tendrás que cantarme Clavelitos jajajajajaja (dije yo, risueña y esperanzada de que un hombre me diera, por fin, una serenata) -  El chino entendió huesos... y yo deducí que eran los de tu primer abuelito... (y corrió de nuevo al cuarto de baño a terminar la faena) - ¡Que cruz tenemos contigo, Bedulio! jajajajajaja (gritamos a dúo la Cotilla y yo)

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