martes, 8 de octubre de 2019

Geoooorge es un valiente.

Otras dos medusas enormes han flotado en playas mallorquinas. Esta vez no le he dicho nada al señor Li o Pascualita volverá a quedarse con un palmo de narices. Tal vez Bedulio me ayude... y si no, la Cotilla. aunque primero tengo que contárselo a la abuela.

- Manda a Geooorge. - "¿Y si le pican?" - ¡Qué más da si dentro de poco ya no será europeo! - "¡No me lo recuerdes!. Me quedaré sin un auténtico mayordomo inglés ¿Quién me hará ese delicioso té de las five o clock?" - Para poner un sobrecito en una taza y echarle agua caliente por encima no se necesita saber inglés, abuela. - "Hablar contigo es como hacerlo con la pared, nena. Ese te, servido en tacita de porcelana fina, con rosas pintadas en ella, acompañado de unas ricas tostadas, una crema y, sobre todo, sabiendo que, en ese mismo momento, la súper Reina inglesa está haciendo lo mismo que tú, no tiene precio." - Quién te ha visto y quién te ve ¿Dónde está la proletaria que habitaba en tu cuerpo? - "No te pongas dramática. En el fondo yo siempre he querido tener ésto... Hale, hasta la siega del tocino." (dijo, sacando su tono más arrabalero) - Bueno, ¿mandarás a Geooorge, sí o no?

Un rato después el inglés hizo sonar el claxon del rolls royce bajo mi balcón... Aaaaayyy, es lo más parecido a una serenata que he tenido nunca...

Fuímos de playa en playa hasta dar con la medusa gigante. Al inglés se le pusieron los pelos de punta. - ¿Tú querer que yo coger? - Yo no. Mi abuela. La que te paga. - Mi querer birras. - ¡Oye, que esto no es Magaluf! - Si no birra, no medusa.

Diez cañas de a litro después, Geooorge se arremangó las perneras de los pantalones y entró en el mar con un cubo en la mano. A mi me dio la risa y se la contagié. Y así estábamos, llorando de risa cuando la medusa le dio el primer zurriagazo a la tierna piel del inglés.

Fue todo un espectáculo verlo saltar y correr para evitar los tentáculos e intentar meter al monstruo en el cubo... hasta que lo consiguió. La gente que estaba en la playa  le aplaudió con fervor. Y él no perdió la compostura hasta entrar en el rolls y verse la cara en el espejo. - ¡¡¡AAAAAAAAAAAH!!! ¿Quién ser? (y se señalaba a sí mismo)

Al llegar a casa cogí el cubo con mucho cuidado y subí a vaciarlo en el bidón-acuario. - No subas, Geoooorge. Yo te lo tiraré.

En cuanto la medusa tocó el agua, Pascualita salió flechada y saltó a mi cuello. Retrocedí hasta el balcón y la sirena se soltó para largarse de allí. Cayó en la cabeza del inglés que, en un abrir y cerrar de ojos, quedó pelada a mordiscos. Entonces sí que hubo carreras, gritos, lloros, moqueo... mientras la cabeza se hinchaba, se hinchaba, se hinchaba... y no me quedó más remedio que arrancar de ella a la sirena de un tirón seco... Y como no hay mal que por bien no venga, esa noche un hombre durmió en mi casa... en la antigua habitación de la abuela aunque con la puerta cerrada a cal y canto.


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