domingo, 6 de octubre de 2019

El cumpleaños.

Huuuuy, que bien lo pasé ayeeeer... o eso creo porque tengo una resaca como un piano. Era el cumpleaños de la abuela y quiso celebrarlo por todo lo alto. Cosa rara porque es mentarle los años y pierde el oremus.

Pues ayer se ve que se ha dado cuenta de que los años pasan también para ella y se resignó. Si no es así, no me lo explico. Según me dijo una vez la Cotilla, cuando la abuela era joven sí que celebraba los cumpleaños pero se paró en los veintisiete. Y durante un porrón de años cumplió los mismos. Después, simplemente, no los celebró nunca más.

El abuelito le ha regalado una tablet para que haga sudokus y se lo ha tirado a la cabeza. - "Aún no estoy para ésto, atontao" - Así que no le ha quedado otra que correr a la joyería de toda la vida y comprarle una joya carísima y moderna.

Yo he salido al paso con una botella, sin empezar, de chinchón. Ha torcido el gesto pero no le ha echo ascos al regalo. Se ha servido una copa generosa y después ha dicho: - "Estoy esperando tu regalo" - Pero... pero... - "¡Ni pero, ni pera!" - Así que no me ha quedado otra que correr hasta la Plaza Mayor y comprarle un bolso de Dulce Gabana a uno de los negros que hacen allí el top manta, ¡Jopé con la abuela!

La Cotilla le ha traído un árbol de Navidad de la tienda de los chinos del señor Li. Y ha razonado así su regalo. - Estoy harta de ver como, todos los años, metes en tu casa un abeto natural ¡Que cosa más sosa, hija! Una Navidad como dios manda, sin árbol de plástico ni es Navidad ni es ná.

La Momia se ha emocionado. - ¡Por fin tendremos una Navidad proletaria, que ilusión!

Yo esperaba, espectante, a que Geoooorge sacara la tarta con sus correspondientes velita y la broma salió de mi boca sin darme cuenta. - Yo llamaría a los bomberos... - "¿Por...?" - Con tantas velas encendidas podrías provocar un incendio al soplarlas... - ¡¡¡PATAPAM!!!

¡Madre mía que pescozón me dio! Aún me dura la doble visión que me provocó.

El caso es que la tarta, llena de floripondios de azúcar ingleses, llevaba ¡dos velas!: un 2 y un 7. - "¿Pasa algo?" (preguntó, desafiante, ante nuestra mirada pasmada) - La única que reaccionó fue Pascualita que, en plan broche del escote de la abuela, hizo la señal de OK con sus deditos palmeados y se lanzó de cabeza dentro de la tarta.

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