miércoles, 3 de junio de 2020

81 días de Estado de Alarma.

Cuando la abuela me llamó supe que era para echarme una bronca porque el teléfono sacaba humo. Tuve que ponerme el guante del horno para cogerlo. Y sobretodo, no pegármelo a la oreja porque se churruscaría. - Hola... - "¡¿No será verdad lo que me ha contado la Cotilla?!" - Esto..., no sé de que va la cosa... -

- "¡¿Has dicho que NO VAS A TENER A MI BISNIETO?!" - Bueno, hay que matizar las palabras que ha dicho la... - "¡Ni matizar ni leches! ¿Lo has dicho, sí o no?" - Sí, pero... - "¡O sea, que lo has dicho! ¡Andresito, llama al notario para que venga a cambiar el testamento! ¡A la nena, de Torre del Paseo Marítimo, nada de nada!"

- ¡Nooooooooooooo! Escúchame primero! - "¡Ya está todo dicho!" - No puedes condenarme sin escucharme... -"¡Sí que puedo!"

Andresito intercedió por mi. - Déjala que se defienda, mujer.

Con voz entrecortada por el miedo a perder mi herencia, le conté todo el episodio de las mantis religiosas. - Yo, ahora mismo, no estoy preparada para tener una sesión de canibalismo, abuela... Comprendelo.

Hubo un silencio sepulcral al otro lado del teléfono. Temí que se hubiese cortado la comunicación. Al cabo de un rato la abuela lanzó unos cuantos suspiros. Luego, habló: - "¿Me estás hablando en serio, boba de Coria?" - Pues sí... - "¿Le has dado ya unos tientos a la botella de chinchón, verdad?" - No... - "Las pocas veces que te has acostado con alguien ¿qué habéis hecho?" - ¿Con Pascualita? - "¡No, animal de bellota! Con un hombre, un chico..." - Huy, no te lo puedo contar. Me da vergüenza jijijijijiji - "Al final, ¿te los has comido?" - ¡Claro que no! Era solo para entretenernos un rato pero nunca para traer un bisnieto al mundo. - "¿Y que más da ocho que ochenta?" - Que no es lo mismo. Las mantis se comían porque se había apareado.

- ¡¡¡Geoooooorge, arranca el rolls royce y vámonos al sitio más alejado de la isla o la mato!!!

Por si acaso cambiaba de opinión y venía a casa, Pascualita y yo nos subimos a una de las hojitas del árbol de la calle, que el viento hacía revolotear y aparecimos en lo alto del Kilimanjaro.

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