domingo, 7 de junio de 2020

86 días de Estado de Alarma.

Me ha llamado la abuela. "¿Tú de que vas, ángel de amor?" - Ahora mismo no sé que contestarte... - "Mi suegra pierde el oremus por ir a tu casa" (le vi las orejas al lobo) - Ay, es que es tan amable, tan educadita... - "¿Qué le das?" - Pues... chinchón on the rocks. - "¿Tú sabes la cantidad de medicamentos que toma ¡Te la vas a cargar y acabarás tus días en la prisión de Urdangarín!"

Pascualita se dio cuenta de que hablaba con la abuela y después de dar unos cuantos saltos mortales en el acuario, me hacía señas para que le pasara el teléfono. - La sirena quiere oír tu voz. - "¡No me cambies de conversación!" - No es un truco Es verdad. Anda, dile cosas. - Puse el teléfono donde se supone que tiene la oreja y fue digno de ver las caras que puso cuando reconoció su voz. Miraba el aparato bizqueando, después metía la cabeza en el agua, miraba arriba, se zambulló hasta el barco hundido... - ¡Te está buscando jajajajajaja!

Y así estuvimos un rato entretenidas pero, al final, la abuela volvió a la carga. - "Voy a venir con la Momia y no le quitaré ojo ni a ti tampoco."

Poco después el rolls royce aparcó en su sitio favorito: la parada del autobús. Ellas dos y el inglés entraron con la mascarilla puesta. La bisabuelastra vino directa hacia mi y chocamos los codos. A continuación levantó la vista a lo alto de la lámpara del comedor y sonrió. - "¡Mírala, en cuanto te ve se le alegran las pajarillas!"

Mi primer abuelito también sonreía pero a él no lo veía la abuela.

Estuvimos en la salita pero la Momia quería salir de allí y se dirigió al balcón mientras Geoooorge nos preparaba un helado de vainilla con chinchón y en lo alto de cada bola de helado clavó una banderita británica. - Tendría que ser la bandera española, atontao.(dije) - No. Porque ser roca Gibraltar, boba de Coria. - ¡La madre que te parió! (grité, al tiempo que le estampé mi "roca" en plena cara) La abuela, que lo lleva en palmitas, lo acompañó al baño a limpiarse. Mientras la Momia y yo salimos al balcón en el momento en que una hojita del árbol de la calle, iba a aterrizar. Nos subimos en ella y aparecimos en lo alto de la Pirámide de Keops donde nos esperaba mi primer abuelito disfrazado de explorador de principios del siglo XX, con salacof y todo.

Estuvimos allí poco tiempo porque, era tan tórrida la pasión de estos dos que, la pirámide empezó a derretirse como un helado de vainilla sin banderita. Y como dice el refrán que lo bueno, si breve, dos veces bueno, a ellos les supo a gloria.


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