miércoles, 17 de junio de 2020

96 días en Estado de Alarma.

Tuve que tomarme media botella de chinchón para quitarme el susto que me dio la Cotilla. ¡Había estado escondida en mi casa y yo sin enterarme! Menudo soponcio me dio.

Claro que después, pensando las cosas friamente, tampoco estaba mal la cosa. Solo tenía que denunciarla para que todos los cachas de la Interpol aparecieran en casa. Estaba decidida a no oponer resistencia si querían cachearme. Como si lo quisieran hacer varias veces.

La Cotilla me rogó que no dijera nada. - Pero mujer, no me pida eso. No ve que puedo encontrar a unos cuantos futuros papás del bisnieto de la abuela... - Me detendrán por unos pocos ramos de flores que cobré y si mi foto sale en la prensa, mis clientes se darán el piro y tendré que volver a vivir, es un decir, con la esmirriada paga de jubilada que tengo... Porfa, porfa, porfa...

- Pues yo pienso que delatarla es lo mejor que le puede pasar. Imagínese lo que es la Playa de Palma sin chorizos, trileros y demás fauna delictiva. Un aburrimiento. Eso no lo digo yo, sino uno de los alemanes que acaba de llegar. Se puso muy contento cuando supo que usted le había "robado"... - ¡Esa boca, niña! - unos euros con el ramo que, en realidad era un regalo. .- Ha sido como volver a mi casa. - ha dicho el tío, jarra de cerveza en mano.

- Según pintas tu la cosa, incluso pueden darme una medalla por animar la estancia de esa gente... - ¡Ni lo dude! Entonces qué ¿la denuncio o no?

Decidió que se lo pensaría un poco mientras dábamos buena cuenta de unos chinchones on the rock repantingadas en las butacas de la salita.

Yo había cogido a Pascualita porque cuando se entera de que no ha participado en una sentada de estas, se enfada tanto que llena el comedor de agua salada. La tenía en mi escote y le iba dando gotas de licor con el dedo que mojaba en la copa. Pero el calor ya apretaba y el sopor nos llevó de cabezada en cabezada hasta que, la Cotilla y yo, dejamos de resistirnos y nos dormimos como lirones.

Me despertaron los gritos de la vecina: - ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaahg. Hay un bichooooooo!!! - En efecto, la sirena había saltado de mi escote a la jarra de chinchón fresquito y parecía estar divinamente. - ¡No grite o se denunciará usted sola! - ¡¡¡Sácalo, sácalooooAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYY!!! - Tanto grito no es bueno para el sistema nervioso de la sirena, por eso se revolvió y lanzó un buchito de chinchón envenenado a uno de los ojos de la vecina que ya estaba alcanzando el perímetro de un plato llano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario