lunes, 22 de junio de 2020

Trepanada a los cien días.

 - ...Y ¡cien! Hoy hace cien días justos, Pascualita... ¿no te interesa? Pues que sepas que esto pasará a los libros de Historia. Los mismo libros a los que pasarías tu si alguien te viera porque eres la única sirena, viva, del mundo... ¿Por qué me miras así?... ¿Quiéres pasar a la Historia? ... Pero si nadie mira esos libros llenos de polvo, ... ¿A ti qué más te da si no sabes leer? ... ¿Quiéres que te pongan junto al coronavirus?... ¡Estate quieta, jodía! ¡¡¡NOOOOOOOOOAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYY!!!

Llamé a la abuela, muerta de dolor por culpa del buchito de agua envenenada que la sirena me tiró a la cara y que entró, directamente, por la naríz hasta el cerebro. El mismo que repiqueteaba contra las paredes del cráneo. Quiere expansionarse porque no para de crecer.

- ¡¡¡Abuelaaaaaaaaaaaaaaa, me dueleeeeeeeeeee!!! - "¿Qué sabrás tu de dolores? Tengo un ojo de pollo en el meñique del pie derecho que no me deja dormir por las noches ¡Eso es dolor!" - Y me colgó.

Con ganas de estrujarla como un plátano maduro, cogí a la sirena y salí con ella al balcón para que viera, por última vez, el panorama que se veía desde allí. Y justo antes de comenzar la ejecución, una hojita del árbol de la calle llegó hasta mi. Me subí sin darme cuenta porque toda mi concentración estaba puesta en deshacer a Pascualita entre mis dedos y estrellar mi cabeza contra la pared para calmar el dolor.

Cuando abrí los ojos unos hombres calvos me miraban mientras hablaban entre sí. Se les veía encantados de la vida y solo les interesaba mi cabeza. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al que no daban importancia. ¿Serían jívaros-reducidores de cabezas? ¿Me convertirían en llavero?

Al sentir el cuerpo frío de la sirena reptando por mi escote, grité su nombre: ¡¡¡PASCUALITAAA!!!

Abrí de nuevo los ojos, seguíamos en el balcón pero ya no me dolía la cabeza En lugar de ello tenía tres hermosos agujeros en el cráneo, iguales a los de las bolas de jugar a los bolos y tapándolos, una venda de algodón egipcio con unos jeroglíficos escritos con hermosa caligrafía... ¿Me habían trepanado antiguos sacerdotes egipcios?... Nunca lo sabré pero la sirena y yo brindamos, por si acaso, con chinchón on the rocks, por supuesto.

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