sábado, 20 de junio de 2020

99 días del Estado de Alarma.

¡Por fin ésta noche, a las doce cuando salen las brujas, las ánimas del Purgatorio, los fantasmas como mi primer abuelito, aunque éste se ha instalado en casa y le da lo mismo la hora mientras tenga una lámpara a la que subirse, se acaba el Estado de alarma!.

- Que sí, que lo ha dicho el Presidente, Cotilla. - La vecina ha entrado en casa sin resuello y ni tiempo le ha dado de anunciar su visita con su clásico: ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! - ¡Que no puede ser. Que nos va a caer la del pulpo! - Esa ya nos cayó con el puñetero coronavirus, mujer. - ¡Pero está ahí, a la vuelta de la esquina! ¡Y la gente se pone la mascarilla en el codo! Hoy mismo, por eso he venido corriendo, le he dado un capón a una mujer por eso mismo. Después he salido corriendo mientras ella seguía haciendo palmas con las orejas porque el capón ha sido de los de récord. - Ha hecho usted muy bien.

- Me ha fastidiado el Presidente porque se me había ocurrido un negocio que no voy a poder poner en práctica... Es que me he encontrado una caja grande, abandonada en una acera... - ¡Ay, Dios...! - Estaba abandonada, te digo. Y no iba a dejarla allí en medio para que llegara alguien y se la llevara... - Sí, Cotilla, sí... ¿Y qué tenía dentro? - Calzoncillos.

- Bueno, pues los vende en los trapicheos y ya está. - Vendidos así me darían cuatro perras. Pero si fuesen mascarillas ya serían más caras. - ¿Mascarillas de calzoncillos? - ¡Claro! - ¿Estarán límpios por lo menos? Sí, pero se les podrían pintar la famosa raya marrón para que parecieran usados... - ¡Qué guarrería! - Huy, hija, que poco entiendes de negocios. ¡Me las quitarán de las manos!

Hemos brindado con chichón porque tendrá tiempo de vender todas las mascarillas que haga y muchas más. Le he pedido una pequeña comisión por haber verbalizado en mi casa el negocio que tenía en mente, pero me ha dicho que si quiéres arroz, Catalina. Esta mujer es más agarrada que un chotis.


Ahora, Pascualita y yo, estamos viendo como se oculta el sol tras el horizonte de la orilla izquierda del Nilo mientras las golondrinas juegan a perseguirse entre las piedras de los viejos templos y gritan de alegría, como han hecho siempre, en un canto a la Vida.


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