viernes, 6 de noviembre de 2020

El Jefe está preocupado por Bedulio.

 Hoy ha empezado el día con una sorpresa. De buena mañana se ha presentado en casa el Jefe de Bedulio con una bolsa de papel manchada de aceite, de la que salía un fantástico olorcito a churros calientes..

¿Cómo no voy a abrirle la puerta y acompañarlo hasta la cocina? Lo hice pero, llegando al comedor caí en la cuenta de que allí estaba la sirena, sobre el frutero, esperando a que le preparara el cola cao mañanero para zambullirse en él. - ¡Oh, oh! (dije para mi aunque no lo suficientemente bajo porque el jefe lo oyó) - ¿Perdón. Pasa algo? - No, no, no, nooooooooooooooo. Qué vaaaaaa.

Tuve un repente y le pedí al Jefe que cogiera un plato para poner los churros. Como no tenía ni idea de dónde estaban los platos dudó unos segundos, que yo aproveché para tirar a Pascualita, haciendo molinete con el brazo, al acuario pero el molinete salió con más brío del que esperaba y la media sardina, saliendo por la ventana, desapareció en la copa del árbol de la calle.

Durante el desayuno, el Jefe me preguntó por qué me gustaba tanto chinchar a Bedulio con el tema de los fantasmas de mi familia. - Está al borde del ataque de nervios. ¡Quiere dimitir! Y no están los tiempos como para dejar un trabajo fijo. Esto tiene que acabar. Bedulio no se merece lo que le está pasando. Y cuando lo mando aquí, a traer una multa, por ejemplo, palidece, le entran temblores. Lo pasa francamente mal. ¿Por qué le hace ésto una mujer tan guapa, tan valiosa, tan educada como usted?.

Estaba bebiendo unos sorbos de cola cao y dejé la taza en suspenso. ¿Estaba hablándo de mi?... ¡Sí! La mujer de los piropos era yo. Entonces y más que nunca, debía ser sincera con ese hombre que me había traído churros calientitos. 

- Podría decirle mil y una mentira, señor Jefe pero no le puedo hacer eso a un hombre tan gentil como usted. Nunca he mentido a Bedulio. Mi primer abuelito vive aquí. Ahora mismo está sentado en sus rodillas... - El hombre dio un respingo. - No tenga miedo, no hace nada, simplemente a vuelto a la que fue su casa. Y es feliz... Como al pobre se lo cargaron entre su mujer y la amiga de ésta, le ha sido otorgada la condición de posible Santo cuando se revise su expediente en algún siglo venidero, ha decidido estar conmigo. 

Una lagrimita de emoción, corrió sobre el rimel de mis pestañas (porque ahora potencio mucho los ojos y llevo medio kilo de rimel en cada una, para resalten sobre la mascarilla) - El abuelito le hizo mimitos al Jefe  y a mi se me escapó la risa floja - Jijijijijijijiji... ¡Que gracioso es! - ¿Qui... én? - Mi primer abuelito... le mordisquéa la oreja... ¿no lo nota? Bueno, es que tiene mucho entreno después de tantos años de fantasm... ¡Oiga! ¿A dónde va, Jefe? - El portazo que desencajó la puerta de la calle fue su respuesta.

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