sábado, 21 de noviembre de 2020

Ha vuelto la paz.

 Ha vuelto la paz a mi calle. ¡Ya era hora! - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Mira que cosa me he encontrado en la calle. - ¿Un saco? - Lleno de alpiste. La gente compra sin ton ni son y luego no saben dónde meter las cosas. En mis tiempos no había este derroche.

- ¿Y dónde dice que estaba el saco? - En la calle. Solo. Abandonado. - ¿Había alguna tienda cerca, Cotilla? - Una zapatería, una pajarería, un taller de bicicletas... - ¿Y no le da verguenza coger lo que no es suyo? - ¡Eso no lo he hecho nunca! Y el alpiste me lo llevaré para trapichear con él ésta noche. - ¡Pero si lo ha robado a la pajarería! - Ya salió Calixta, la lista ¿acaso estabas tu allí para verlo? 

El caso es que el pecado ya estaba hecho y dice el refrán que quién roba a un ladrón tiene cien años de perdón, aproveché mientras la Cotilla miraba el programa de la Esteban, le quité unos cuantos kilos para dárselos a los gorriones del árbol de la calle.

Después de la siesta, atontada aún, me preparé leche calentita y al tomarla por poco me atraganto ¡había puesto alpiste en el vaso en lugar de cola cao.

Llamaron a la puerta. Un furioso señor Li me dio un empujón y entró como Pedro por su casa. - ¿Tú tenel alpiste? - ¡¿Cómo lo sabe?! (¡que listos son los chinos! pensé) - ¡Tú lobal, ladlona! - 

Tuve que contarle que había sido la Cotilla. Y justo en ese momento, me dio un golpe de tos y le puse al chino la cara perdida de alpiste colamalteado. - ¡¡¡TU DALME COLONAVILUS CON ALPISTE, JODÍA, AAAAAAAAAAAAAAH!!! - Y salió corriendo como alma que lleva el diablo.

Mi primer abuelito se partía de risa mientras volaba a ras del techo dando volteretas. Pascualita se impulso desde el aparador, con su potente cola de sardina, hasta el cuadro de la Santa Cena y quedó sobre la mesa como si fuera parte de la cena. Pepe el jibarizado, desde su anaquel de la cocina, dejó oír su OOOOOOOOOOOOO, protestando porque no se había enterado de nada.


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