Llamaron al timbre de la puerta mientras yo estaba en lo más profundo del sueño. Arrastrando pies y manta llegué hasta la puerta de la calle. Abrí y me recibió la oscuridad de la escalera. - ¿Hay alguien ahi?
Si lo había no dijo ni mu. Cerré y me acosté. Durante la noche llamaron tres veces y nunca encontré a nadie.
Poco a poco me fui calentando y grité desde el rellano. - ¡¡¡IDIOTAAAAAAA!!! - Ya no me acosté. Me había desvelado.
Se lo conté a Pepe y a Pascualita mientras desayunábamos a la hora en que empiezan a colocar las calles. Mientras hablaba me vino la abuela a la memoria. ¿Serían los abuelitos los que tocaban? Están acostumbrados a trasnochar y ahora, con la pandemia, no pueden ir a El Funeral. ¡Claro que han sido ellos!
Llamé a la Torre del Paseo Marítimo. - ¿Yesssssss...? - ¿Geoooorge? ¿Eres tú? ¿Has bebido chinchón? - Estaba in the cama... - ¿Durmiendo? - No. Con... Marilyn Monroe... - ¡Ostras! ¿Tienes su ánima en tu cuarto? Yo tengo a mi primer abuelito - Tu ser muuuuuuuy tonta. - Y tu muy inglés. Dile a mi abuela que se ponga. - ¡YES! - Y colgó.
Miré el reloj, eran las cinco de la madrugada. Me llevé a Pascualita a la cama y nos quedamos traspuestas. Cuando volvió a sonar el timbre agarré a la sirena y corrí a abrir. Y tal como lo hacía, se la tiré a la cara de... ¡el señor Li!
Ahora duerme tumbado en el sofá de la salita apestando a chinchón. Nunca había visto un chino con la nariz tipo trompa de elefante, por la forma y por lo larga.
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