viernes, 27 de noviembre de 2020

Suena el timbre.

 Llamaron al timbre de la puerta mientras yo estaba en lo más profundo del sueño. Arrastrando pies y manta llegué hasta la puerta de la calle. Abrí y me recibió la oscuridad de la escalera. - ¿Hay alguien ahi?

Si lo había no dijo ni mu. Cerré y me acosté. Durante la noche llamaron tres veces y nunca encontré a nadie. 

Poco a poco me fui calentando y grité desde el rellano. - ¡¡¡IDIOTAAAAAAA!!! - Ya no me acosté. Me había desvelado.

Se lo conté a Pepe y a Pascualita mientras desayunábamos a la hora en que  empiezan a colocar las calles. Mientras hablaba me vino la abuela a la memoria. ¿Serían los abuelitos los que tocaban? Están acostumbrados a trasnochar y ahora, con la pandemia, no pueden ir a El Funeral. ¡Claro que han sido ellos!

Llamé a la Torre del Paseo Marítimo. - ¿Yesssssss...? - ¿Geoooorge?  ¿Eres tú? ¿Has bebido chinchón? - Estaba in the cama... - ¿Durmiendo? - No. Con... Marilyn Monroe... - ¡Ostras! ¿Tienes su ánima en tu cuarto? Yo tengo a mi primer abuelito - Tu ser muuuuuuuy tonta. - Y tu muy inglés. Dile a mi abuela que se ponga. - ¡YES! - Y colgó.

Miré el reloj, eran las cinco de la madrugada. Me llevé a Pascualita a la cama y nos quedamos traspuestas. Cuando volvió a sonar el timbre agarré a la sirena y corrí a abrir. Y tal como lo hacía, se la tiré a la cara de... ¡el señor Li!

Ahora duerme tumbado en el sofá de la salita apestando a chinchón. Nunca había visto un chino con la nariz tipo trompa de elefante, por la forma y por lo larga.

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