sábado, 7 de noviembre de 2020

Me duele la cabeza.

 La Cotilla me ha dicho que no piensa comer más en casa porque está hasta el moño de comer siempre lo mismo. Además la fabada le cae pesada y luego todo el día tiene la sensación de estar saciada y claro, ni merienda ni cena y eso no puede ser porque ella es mujer de comer todo lo que le toca y, en éste caso, no lo hace. ¿Y quién se come lo que no me he comido yo? - La miré ojiplática. - ¿Tú, acaso? (me preguntó) - Pues... creo que no. - Entonces ¿quién? - No tenía ni idea aunque, poco a poco, se fue formando en mi mente la cara de Pascualita. ¿Ella se come lo que la Cotilla ha dejado de comer por estar saciada? 

Me he pasado todo el santo día pensando en ello. Estoy segura de que yo no soy porque me daría cuenta a no ser que... ¿y si soy sonámbula y como mientras duermo? o Pascualita aprovecha mi sueño y come ella.

Fui a ver a la sirena. Estaba profundamente dormida, flotando cerca de la superficie del acuario. Sin pararme a pensar, la cogí de sopetón con lo poco que le gusta eso y la estuve examinando mientras ella lanzaba dentelladas a diestro y siniestro porque, si algo la subleva, es que la despierte bruscamente.

Y no, Pascualita no había engordado. La tiré al acuario y seguí dándole vueltas a problema que me había planteado la Cotilla.

- ¿Tú qué dices, Pepe? ¿Eres tú quien se come lo que deja de comer la Cotilla? - Por toda respuesta, la cabeza jibarizada movió el ojo-catalejo hasta enfilarme de frente y, de repente, creí ver una expresión nueva en aquella cara fea y cosida: la de levantar una ceja en plan: ¡No eres más tonta porque no te entrenas, boba de Coria!

¡Solo me faltaba que el puñetero llavero me saliera con esas! Ahora está en el fondo del acuario donde los OOOOOOO que suelta salen a la superficie en forma de burbujas. Y yo sigo dándole vueltas a la cabeza para ver de solucionar lo que no tiene solución... ¿o sí?

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