sábado, 24 de julio de 2021

¡Anda la osa!

 Cuando el espìritu de Mamandurrias desapareció disolviéndose en el aire como una voluta de humo de cigarrillo, tuvimos un bajón. Habíamos conseguido algo pero la intención era ver a mi primer abuelito y eso no lo habíamos logrado.

La reunión se acabó con prisas y con la impresiòn de que habíamos perdido el tiempo tontamente. La abuela dijo a su amiga: - "Valiente birria de juego. Menos mal que no lo pagaste" - Pol que ella robal a mi. (saltó raudo el señor Li) - El robo es cobrar por ésta tomadura de pelo (se defendió la Cotilla) - ¡Nos vamos! (dijo Andresito y la abuela se colgó de su brazo) Poco después me quedé sola... con la caja de la Ouija. El señor Li la dejó, avergonzado de cobrar por nada.

Al volver al comedor pisé agua. - ¿No se habrá meado la Cotilla? (fue lo primero que me vino a la mente). Pero no. El agua salía a chorros del ojo-catalejo de Pepe. - ¿Qué te pasa? ¿No te ha gustado verte? 

El ventanal se abrió de par en par para que la riada desembocar en el balcón. En pocos momentos, el alcorque del árbol de la calle quedó inundado. - ¡Aaaayyyy, que fresquita están estas lágrimas! - El árbol estaba encantado y a Pascualita le faltó tiempo para saltar, desde casa a esa improvisada piscina. Menos mal que las lágrimas son saladas y el cambio de aguas no le afectó.

Tuve que bajar a por ella y prometerle que le pondría cubitos de chinchón en el acuario para combatir el calor porque no quería salir del alcorque y se acercaban vecinos. 

Sentado en el rellano de la escalera con la espalda apoyada en la puerta de casa, había un hombre. - ¿Tienes fuego, nena? (me preguntó) - No hablo con desconocidos. - Soy Nerón. - Y yo Rita la Cantaora. - Encantado . ¿Tienes fuego. - No. - Entonces ¿para qué me has llamado? - ¿Yoooooo?... ¡Oh, no! 

Al abrir la puerta vi que en el comedor no cabía un alfiler. Almas desconcertadas que habían acudido a la, alocada y etílica llamada del vaso de nocilla, lo llenaban.

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