viernes, 9 de julio de 2021

El árbol de la calle está depresivo.

 - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! ¿De qué te ríes, boba de Coria? - La Cotilla ha entrado en casa a tal velocidad de crucero  que me ha pillado en plena carcajada. - ¿Estás sola?... Cada día me sorprendes siendo más tonta que el anterior. - ¿No ha visto como han dejado al árbol de la calle los podadores? ¡Ni que fuera a hacer la mili! ¡Está mondo y lirondo! 

La vecina no podía verlo pero no había nadie en casa que no estuviera partiéndose de risa mientras el árbol echaba humo de la vergüenza que le daba enseñar sus entretelas a todo hijo de vecino y se quejaba amargamente: - ¿Qué he hecho yo para merecer estooooo? ¿Quién es el envidioso de mi maravillosa frondosidad? ¡Me han quitado la fuerza como Dalila hizo con Sansón... ¡¡¡Buaaaaaaa!!!

Pascualita lanzaba buchitos de agua envenenada hacia el árbol, para que se callara supongo, aunque la distancia entre ellos eran grande.

De repente, del cuadro de la Santa Cena tiraron un vaso de vino, lleno, con tal puntería que le dio a mi primer abuelito que hacía vuelos rasantes junto a la lámpara del comedor y lo pusieron perdido: - ¡Nooooo. Mi hermoso sudario nuevooooo! 

Lo que llamaba mi atenciòn era que, a pesar del jaleo que reinaba a nuestro alrededor, la Cotilla no se enteraba de nada. Ni siquiera de la escandalera de los gorriones residentes en el árbol. Estaban encantados con el despeje de ramas y hojas: - ¡Yuuupiiii, ahora nos llega el fresquito! - Está visto y comprobado, que nunca llueve a gusto de todos.

Mohíno, el árbol de la calle sentenció: - Esperad a que el sol del verano caliente, jodíos.


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