- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Aún no te ha mandado nada tu abuela? Menuda pájara está hecha y la suegra otro tanto. - Ay, Cotilla ¿no ve que lo están haciendo por mi bien? - ¡Ja! - Para que tenga un bisnieto perfecto. - ¡Ja y ja! - Para mejorar la raza... - ¡Ja, ja y ja! - ¡Ya vale ¿no?
En el fondo, pero muy en el fondo, sabía que la Cotilla tenía razón pero no iba a demostrárselo ni jarta de vino.
- Pues, hija (siguió diciendo la vecina) en la calle hay un ramillete de tios buenos que tiran de espaldas y, encima, van uniformados. - Corrí hacia el balcón tan rápido que la cristalera apenas tuvo tiempo de abrirse. Y sí, en la calle había una cuadrilla de mozos vistiendo mono y casco. - ¿Esos dice usted, Cotilla? - Exacto. - Pero si son de Parques y Jardines... - Aaaah, ¿acaso la señora Duquesa esperaba al Marajá de Kapurtala para la coyunda bisnietil?
- ¡Son podadores! (grité) - Y se supone que tienen lo que hay que tener... - ¡Van a podar los árboles! - Si quieres les digo que mientras tanto, te canten Clavelitos.
Hubo una revolución en el árbol de la calle cuando éste abrió su bocaza de madera y grito ¡¡¡SOCORROOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
Mi primer abuelito apareció por arte de mágia. Venía de probarse el nuevo sudario que le estaban haciendo y se pinchó con uno de los alfileres: ¡Aaayyy! Ni muerto dejan de pincharme estos artilugios del demonio ¿Qué sucede, nena?
- Van a talar los árboles ¡en pleno julio y con las temperaturas por las nubes! ¡Nos quedaremos sin sombras! ¿En que piensa el Ayuntamiento?
Mi primer abuelito se dio media vuelta para volver al probador: - Esto es algo que nunca cambiará, nena. El razonamiento de los Ayuntamientos son la equis en las ecuaciones.
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