martes, 6 de julio de 2021

El aburrimiento.

El árbol de la calle tiene en vilo al vecindario porque ruge como el león de la Metro. Y toda la culpa la tienen la abuela y la Momia. 

El pobre árbol se aburre esperando al candidato, que no aparece por ningún lado, y a terminado durmiendo a pierna suelta. Y cuando duerme, ronca. y entonces vibran los cristales de las casas, repiquetean los juegos de café de porcelana, en las estanterías de las alacenas. Los gritos lastimeros ponen el contrapunto cuando alguna tacita se estrella contra el suelo. Tacitas de listas de bodas lejanas. Aunque también, hay que reconocerlo, he oído aplausos y olés por el mismo motivo.

La cristalera del balcón, tan cercana al árbol, jura en arameo porque le cuesta mucho mantener el tipo para que no se rompa ningún cristal.

Hasta Pascualita ha salido dannificada cuando la potencia del sonido hervóreo forma olas en su tranquilo acuario, tan grandes que acaba por salirse el agua del recipiente y, ahora mismo, está casi vacío.

- ¡¡¡Calla, ya, jodío!!!  (le grito al bello durmiente) - De repente, el nutrido grupo de gorriones que anidan en su copa, salen portando pancartas en señal de protesta por todo lo habido y por haber: - ¡Te quedarás solo! ¡Gorriones al poder! - ¡Abajo los prepotentes! - ¡La madre que te parió, árbol!... etc. etc. etc.

Mi primer abuelito que, como es un alma que, ni pía ni muge, está encantado con el ajetreo que se ha organizado. - Ponte las pilas un momento, abuelito y ya me dirás que te parece. 

Vistiendo un hermoso sudario con el estampado de los Girasoles de Van Gohg, se ha echado unos vuelos rasantes alrededor de Bedulio que, plantado en la acera indagaba de dónde venía la escandalera.

Algo debió rozarle la cara porque, de repente, le bajó la sangre a los pies y a punto estuvo de desmayarse, menos mal que un empujón del lado contrario, lo mantuvo en pie. - ¡Cómo me diviertoooooooo! (gritó el abuelito) - ¡Que jodío! (pensé) - Te he oídoooooo, nenaaaaaa...

 

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