miércoles, 21 de julio de 2021

La Ouija.

 Cuando una cosa se les mete en la cabeza a la abuela y la Cotilla no se puede razonar con ellas y acaban saliéndose con la suya. Y ahora pasará lo mismo porque no razonan. - Lo que queréis hacer es muy peligroso. - Pero si solo vamos a reirnos un rato. - Mi primer abuelito dice que... - "Que diga misa. Ese siempre fue un pusilámine" - Dice que, en el peor de los casos, no aparecerá él. - "¡Ya se está rajando!"

Decidí poner en antecedentes de lo que querìan hacer las dos amigas a Andresito que acudió a mi casa sin perder tiempo. Le acompañaba Geoooorge aunque por poco tiempo porque, cuando supo de qué iba la cosa, salió por pies encerrándose en el rolls royce

- ¡Hombre, Andresito, que bien que has venido! Cuanto más seamos, más nos reiremos. - La Cotilla no le dio opción a protestar: - ¡Pon el dedo sobre el vaso de nocilla!

Sentados a la mesa del comedor, los cuatro no nos hicimos de rogar pero, en cuanto nos miramos rompimos a reir sin saber por qué. 

Limpiándonos las lágrimas, discutimos sobre qué preguntar y cómo. La Cotilla, que llevaba la voz cantante, dijo con voz de ultratumba: - Que aparezcaaaaa el primer maridooooo de éstaaaaa. - . Nos dio otro ataque de risa que se nos cortó en seco cuando el vaso, bajo nuestros dedos, se movió: - ¡¡¡AAAAAAAAAAAAYYYYYYYY!!!

- "¡Perdón, perdón jajajajajajaja. He sido yo!" - Así nos tiramos toda la tarde, entre risas y copitas de chinchón on the rocks. 

La expectación de quienes viven en casa se deshinfló, incluso la de mi primer abuelito que me dijo enfadado antes de desaparecer: - Esto no es serio.

Al oscurecer encendimos la luz y seguimos convocando a gente que no acudió a nuestra llamada. - "Menudo fraude. Menos mal que la sesión nos ha salido gratis" - Entonces sonó el timbre de la puerta. - ¡Jopé, que susto me ha dado!... - La llamada se repitió porque ninguno de nosotros se movió de la silla. La abuela me miró y dijo: - "Es tu casa, vives aqui, por lo tanto abres tú" 

La luz de la escalera estaba apagada. Desde la penumbra la mirada amenazadora de un chino me heló la sangre y grité: - ¡¡¡FUMANCHÚ!!! - antes de caer desmayada.

Esta mañana he sabido que sufrí un coma etílico y que confundí a Fumanchú con el señor Li que venía en busca del juego de la Ouija que la Cotilla se llevó de su tienda por la patilla.



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