sábado, 17 de julio de 2021

Pascualita no para.

 - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¡¿Lo has visto, nena?! ¡Que guapo y bien plantado está a pesar de todas las prerrerías que le siguen haciendo! Aaaaayyyyyyy, ¡Eso es un hombre de los que ya no quedan! - ¿Decía usted algo, Cotilla? - Pero ¿en qué mundo vives, animal de bellota? Llevo media hora dando gritos y tú sin enterarte. Debes tener un tapón en cada oreja.

La verdad es que estoy un poco despistada por culpa de Pascualita. Lleva todo el día desapareciendo. Salta del acuario al suelo y reptando se esconde en los lugares más insospechados para una media sardina. La última vez estaba en uno de los cajones del cantarano de la abuela... ¿Cómo se ha metido allí?

- ¿De quién me hablaba, dice? - ¡De mi gurú, Luis Bárcenas! ¿No me digas que no lo has visto? ¡¡¡NO ME LO DIGAS!!! - Vale, pero no lo he visto. - ¡Jodía!

Se metió en el antiguo cuarto de la abuela que la Cotilla se apalancó, hace tiempo, por la patilla y salió cargada de velas, velitas y velones para encerrarse con ellos en la salita y cerrar la puerta con llave. 

Huuuuy, esto es superior a mi. Me póngo de mal café. Mis instintos asesinos se disparan y cada dedo de mis manos se convierte en afilada daga dispuesta a destripar a la vecina pero claro, si está la puerta cerrada, tengo que aguantarme.

No vi a la Cotilla cuando salió de la salita porque acababa de descubrir a Pascualita de tertulia en la mesa de la Santa Cena. Se está volviendo una saltimbanqui digna del Circ du Solei. Lo malo será que los apóstoles quieran endosarle la factura por llegar la última. La historia no sería la misma.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario