miércoles, 17 de noviembre de 2021

Abrete, Sésamo

Hay personas a las que les das un dedo y te toman el brazo. Esto es lo que le ha pasado al viento. Se ha creído que todo el monte es orégano y, cuando menos me lo espero, abre la ventana de la cocina y pasa sin llamar.

- ¡Toda la culpa es tuya, doña Abrete Sésamo! - Buena cosa he dicho. Ahora la ventana está ofendidísima porque dice que la he humillado, rebajado, avergonzado y todo lo que termina en ADO. - ¡¿Yoooooo?! - ¡No soy una Cueva sino una ventana civilizada y con Crimalit! - Pues atiende a tu trabajo que para eso te pago. - ¡¿Qué?! - Es una forma de expresarme... Como todo el mundo sabe, las ventanas no cobran.

Creo que he destapado la caja de los truenos porque las ventanas, las puertas y la cristalera del balcón han hecho causa común y andan todo el día de asamblea en asamblea. Mientras, el viento juega por casa al escondite consigo mismo y se lo pasa en grande 

 Pascualita está helada con tantas corrientes de aire y he tenido que calentar agua de mar y echársela al acuario. Solo me faltaba ver a la sirena tiritando, con los labios azulados y ojeras hasta la punta de la cola ¡Que miedo! 

Mis nervios se han disparado y campan por la casa bailando, unos, zapateados y otros rock and roll del duro. 

El árbol de la calle me llamó: - Te invito a tomar un te en mis ramas. - ¿No puede ser un cola cao? - Vaaaaaale... - El cola cao llevaba trampa porque iba acompañado de una bronca y una serie de consejos laborales. Este árbol cree, firmemente, que desciende del sabio Salomón ¡El esqueje que lo parió!

Menos mal que mi primer abuelito ha venido a alegrarme las pajarillas con un elegante sudario al estilo egipcio que le sentaba como un guante. 

Estaba tan distraída con él que no me enteré de la llegada de la Cotilla y mucho menos, que entrase en la salita cargada de velas, velitas y velones.

La llamita que saltó (gracias al viento) de la vela a las cortinas hizo una llamara de alegría y gritó: - ¡Logrado. Ya soy mayor!!

Corrí a por el acuario y lo vacié contra la cortina que ardía muy ufana. A Pascualita la cacé al vuelo pero se me escurrió de las manos. La última vez que la vi estaba sobre la cabeza de la Cotilla dejándola monda y lironda.

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