jueves, 25 de noviembre de 2021

El frío.

Las aguas han vuelto a su cauce y Andresito a la Torre del Paseo Marítimo. La abuela le abrió la puerta, le dió dos collejas cariñosas (porque si no, lo desmonta al pobre) y esa misma tarde se fueron, muy atildados y perfumados, a El Funeral.

Y para variar, después de casi tres semanas lloviendo, ha salido un ratito el sol y me he asomado al balcón vestida con una simple camisola de nada. Cuando la cristalera se ha abierto un viento polar ha entrado a cobijarse en casa. Yo lo hubiese dejado pero mientras está dentro, el calorcito no puede con él. No me ha quedado más remedio que coger la escoba y amenazarlo. Pero ha sido peor el remedio que la enfermedad porque le ha entrado la risa y con ella, la tos. Y cada vez que tosía hacía más frío. 

Pascualita, al verme cerca del acuario, ha saltado colándose en mi escote. ¡Estaba helada la jodía!. El Frío, curioso, ha intentado meterse también pero se ha llevado tal susto viendo la cara la sirena que ha salido por pies aprovechando que la cristalera seguía abierta.

El árbol de la calle, tiritando y tirando hojitas sin parar, ha metido el tronco hacia adentro para que el Frío no chocara con él. 

¿A qué ha venido este frío brusco? Lo he visto, después, en la tele. Ha nevado en la montaña más alta de la Serra de Tramuntana... Y digo yo ¿para qué?

Es tan poco lo que cobro que cuando se ha terminado la bombona de butano, en lugar de pedir otra, he cogido toda cuanta vela, velitas y velones he encontrado en el cuarto de la Cotilla. Ahora están repartidos por toda la casa dando luz y calor y estamos todos contentos, sobre todo mi primer abuelito que se ha creído que las velas son para él porque es un fantasma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario