jueves, 18 de noviembre de 2021

La factura.

 Sin comerlo ni beberlo los abuelitos se han instalado en casa. En la mía. En la de mi menda lerenda. - ¿Por qué, abuela? - "¿Cómo que por qué? pues... porque la Torre del Paseo Marítimo es muy grande para nosotros dos" - Tres. El mayordomo también cuenta. - "¡Por supuesto! Un mayordomo inglés es una joya que debe compartirse y en esta casa, pequeñita, jiijiji ¡Huy, perdona pero, a veces me da la risa floja... Pues eso, que aquí limpiará menos y guisará más" - ¿Tendré que limpiar yo? Pues vaya negocio que voy a hacer. - "¿Y lo que fardarás diciendo que tienes un mayordomo pata negra a tu servicio, qué? ¿eh?" 

Ahí me vine arriba. Es terapeútico hacer florecer la envidia cochina en los demás, sobre todo en esos del quiero y no puedo. Uno de ellos es mi jefe. ¡En cuanto llegue al trabajo se lo suelto y veré como se vuelve amarillo-verdoso y se le ponen los dientes largos!

Desde que están los abuelitos en casa ni se oye cantar al árbol de la calle, ni se abren y cierran cristaleras ni ventanas, ni los invitados a la Cena comen con la boca abierta esparciendo migas por todo. Pepe el jibarizado no dice ni pío y Pascualita vive recluída en el barco hundido. 

El único que sigue con su desfile de modelos junto a la lámpara del comedor, es mi primer abuelito. Esta mañana, mientras Geoooorge nos servía un te con pastas, Andresito le ha hecho carantoñas a la abuela y ella le ha dado un morreo tal que he llegado a pensar que se habían enganchado por las prótesis dentales.

¡Madre mía la que ha montado mi primer abuelito! Los celos se lo comían. Gritaba, blasfemaba, echaba espuma por la boca ¡era una cosa seria! Para rematar la jugada Doña Celos reunidos Jeyper se ha encelado a su vez al ver a su galán penando por su viuda. 

La lámpara se ha balanceado hasta el techo, ha dado contra él y se han roto las bombillas. Ahí me he enfadado yo... y no sé por qué, he relacionado la llegada de los abuelitos con la factura de la luz

Señalándolos, he gritado: - ¡Ese es el motivo! ¡La factura!- La sonrisa beatífica de ambos me enervó: - ¿A qué si? - Andresito parecía contento cuando le decía a su mujer: - ¿Lo ves cariñito? Ya te dije yo que la nena no es tan tonta como parece.

 

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