miércoles, 10 de noviembre de 2021

Sapatos.

 El rolls royce de los abuelitos aparcó en lo que viene siendo su aparcamiento privado: la parada del bus. Y Geoooorge se apeó de él tan pancho.

Subió a casa llevando una gran caja que depositó sobre la mesa el comedor diciendo: - Madame decir que ser Manolous pero mi decir que ser sapatos. - ¿Qué son sapatos? (pregunté) - Mi hablar muy claro. - Dio media vuelta, enfiló el pasillo, salió al rellano, bajó la escalera y al llegar al rolls royce entró en el como si fuera el Rey Arturo y el coche la Tabla Redonda. Arrancó y se fue, quizás en busca de Excalibur... son tan raros estos ingleses...

 La abuela me llamó: - "Estarás contenta de tu abuela" - ¿Por? - Por los Manolos que te he regalado. - Ah, o sea que los Manolos son sapatos ¡Anda la osa! ahora me entero Y yo llamándoles zapatos. 

Vacié la caja: - "¿Te gustan?" - Si - "Verás que cómodos son, nena" - ¿Son nuevos? - "¡Sí, hombre, con lo caros que son! Suerte tienes que no te los cobre" 

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! Hoy ha habido buena cosecha en los cepillos de las iglesias... ¿Y todos esos zapatos? - Sapatos, Cotilla, que son Manolos. - Pues tanto gusto. Me llevarè algunos para trapichear ésta noche... - A través del teléfono sonó la voz autoritaria de la abuela. - ¡¡¡COTILLA, NO TE ACERQUES A ELLOS!!!

Pascualita también escuchó la voz de su amiga a pesar de estar tumbada sobre las algas del fondo del acuario y se lanzó a por el teléfono que estaba junto a mi oreja.

Cuando la vi cruzar el comedor en un vuelo rasante, le di un tortazo para desviarla de su ruta y se estrelló contra la cara de la Cotilla que, en ese momento, cogía los zapatos más llamativos para su negocio, haciendo oídos sordos a su amiga. 

La escandalera que formó la vecina al sentir el mordisco envenenado en la naríz se juntó con el griterío de la lámpara del comedor que recriminaba a mi primer abuelito que no cogiera unos Manolos para ella. - ¡Si no tienes pies! (razonaba él) - ¡¿Y qué?! Puedo colgarlos de mis brazos turgentes y arabescos y ser la envidia de toda la caterva que hay en ésta casa.

- ¡¿Quién me ha llamado caterva?! (tronó la voz del árbol de la calle dándose por aludido) - Todos iban a lo suyo. Que pielecita tan fina tienen algun@s.

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