lunes, 29 de noviembre de 2021

¡Agua vaaaaaa!

En Mallorca nadamos, a pesar del frio, en agua dulce y mira que estamos rodeados de agua por todas partes ¡pero es salada! y nosotros hemos sacado escamas y aletas gracias al agua que ha llovido ¡dulce!

No puedo asomarme al balcón sin que el árbol de la calle, como si yo fuera quien tiene el grifo que alguien abrió y se le olvidó cerrar, abre su bocaza para decirme: - ¡Ya está bien! Tengo los bajos inundados. - Estarán contentas tus raíces (dije, sin malicia) - ¿Contentas? ¡Están ahogadas! Con decirte que han apendido a bucear para sobrevivir. - ¿Y qué puedo hacer yo? Ya ves que me he metamorfeado en pez... y no es que esté mal pero preferiría ser rojo y no de este color gris tan soso. 

Nunca llueve a gusto de todos, ni estamos contentos con lo que nos ha tocado. Aunque prefiero que sobre agua en los acuíferos a tener que recurrir, como hace años, a que traigan el agua potable en barcos a la isla. 

Nos costó lo que no está escrito. El primer barco tuvo que vaciarse al mar enterito porque un lumbreras pensó que quedaría más guapo mandar el agua en un espacio recién pintado. ¡Ni las lechugas la quisieron para si! Pero el "fallo" no lo pagó "el lumbreras" sinó los mallorquines.

Para remate, mientras los barcos iban y venían empezó a llover torrencialmente. ¡Ya no hacían falta los barcos pero... siguieron viniendo. - ¡Basta, bastaaaaaaa! (gritábamos los mallorquines pero que si quiéres arroz, Catalina)

Por esto, ahora, aunque nos salgan escamas, nos quejamos poco, poquísimo. ¡Hale, que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva. Los pajaritos cantan, las nubes se levantan. ¡que sí, que no. Que caiga un chaparrón y se rompan los cristales de la estación!... Anda que no.


 

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