sábado, 27 de noviembre de 2021

Sirenavirus.

 Esta noche me ha despertado un picor en todo el cuerpo. Pensé que era un mal sueño y despertándome se me pasaría pero no. Era muy real y empecé a imaginar cosas. Había una enorme pulga en el techo de mi cuarto, gorda como un ceporro, relamiéndo una gota de sangre ¡mía! que había quedado olvidada mientras se daba el atracón a mi costa. - ¡Abuelito (grité) aplasta a la pulga que me está vampirizando!

Encendí la luz para ver si mi deseo se había realizado y, al mirar al techo, ni estaba la pulga ni mi primer abuelito y parecía que el cuerpo me picaba menos. Apagué la luz e intenté dormir.

La maniobra: picor, despertar, ruego y volver a dormir se repitió varias veces durante la noche y, cada vez, el culpable era otro. Le siguió el mosquito trompetero, la mosca cojonera, la araña laboriosa, la chinche y así hasta que clareó el día.

Tras preparar el desayuno de Pascualita y mío me dormí sobre la mesa de la cocina. y me despertó,¡como no! el picor. Al abrir los ojos me vi frente a un bicho del color de un ahogado, de ojos redondos y saltones de pez con una horrible y peligrosa sonrisa: Pascualita.

Estaba a mi lado sobre la mesa y parecía divertirse. Alargó una de sus manitas para tocar ¿qué? ¿una roncha? ¿muchas ronchas? No sé, pero mi mano llegó antes que la suya para seguir rascando como había hecho casi toda la noche y lo que toqué no eran ronchas sino algo duro.

Corrí al cuarto de baño a mirarme en el espejo. Pascualita, en un salto prodigioso, se agarró a la manga de mi bata para no perderse el show. 

¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAH!!! (gritamos las dos aunque por diferentes motivos) Ella, como siempre que se ve en un espejo se encrespó y atacó a quien creía su enemigo:  su imagen. Y yo porque tenía el cuerpo lleno de ¡escamas de pez!

Llamé a la abuela: - ¡Pascualita me ha pegado algo! ¡Me ha contagiado el sirenaviruuuuuuus! ¡Tengo escamaaaaaaaaaaaaaaaaas!

Nada de lo que me decía la abuela calmaba mi terror. Hasta que preguntó: - "¿Y de cola, cómo vas?" - Me miré las piernas y suspiré aliviada. - No. Cola no tengo. - "¿Y no crees que ya a siendo hora?" - Y colgó, después de llevar el agua a su tejado.

 

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