¡¡¡ PAPAM !!! - La ventana de la cocina se abrió de par en par por la fuerza del viento que empujaba para entrar y chafardear mientras Pascualita y yo desayunábamos tranquilamente.
A causa del susto se me alteraron los nervios e iban como locos saltando a la comba por mi cuerpo como niños bulliciosos. Acabé enfadándome y tuve que poner orden: - ¡Os voy a meter en vereda, descastados! Hale, todos en fila de a uno y desfilando, que es gerundio.
Fue mano de santo aunque me dio un poco de repelús. Por fin los nervios se fueron templando y todo volvió a su lugar, salvo el viento que campaba por casa como Pedro con la guitarra.
Tras el vendaval se coló de rondón un aroma exquisito a torrija recién hecha. Pascualita me miró relamiéndose los labios. - ¡A mi también me apetecen! La receta debe estar en algún cajón del cantarano de la abuela.
Pascualita me ayudó en la búsqueda y acabamos dando con ella pero la medio sardina ¡se la comió! - ¡Nooooooo! ¿cómo hago ahora las torrijas?
Recurrí a la abuela. - Madame ir a El Funeral. - ¿Tu sabes hacerlas, inglés? - Mi no saber. - Valiente mayordomo estás hecho, GeoooorgeBrexit.
- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Uf, vengo cargada de pan duro. - ¿Para qué, Cotilla? - ¿Para qué va a ser? Para venderlo. Es que no tienes espíritu comercial ¡Que cruz tiene tu abuela contigo! - ¿Quién le comprará eso? - Quien tiene gallinero, o cerdos, o quiera hacer migas, o torrijas, o... - ¡Claro, se hacen con pan duro! Tráiga para acá unos cuantos mendrugos... - ¡Quieta, parada!. Esto se paga.
Me bloqueé. - Todos los días comiendo a la sopa boba en MI CASA ¿y quiere que le pague? - Una cosa es una cosa y la otra los negocios, nena. No confundas los términos.
Le pedí la llave de casa. Cuando la Cotilla salía para no volver jamás, soltó una maldición: - Arrieritos somos y en el camino nos encontraremos.
Me sonó tan mal aquello que respondí: - Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. - Y le devolví la llave. Pascualita aún no me ha perdonado.
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