viernes, 12 de noviembre de 2021

Okupas.

Los cuchicheos venían, directamente, de debajo de mi cama. - Abuelito ¿te parece que las cinco de la madrugada es una hora decente para despertar a una proletaria como yo? 

No obtuve contestación pero oí perfectamente las risitas de cachondeo. - ¿No estarás con la lámpara? ¡En mi cuarto no quiero escenas de sexo salvaje sin que participe yo!. - Más risitas. - Me estoy cabreando y luego no podré dormir. - Las risas fueron subiendo de tono y, ya harta, mirè bajo la cama .

No había nadie. - ¿Abuelito?... ¿Quién está ahí? - Un profundo silencio contestó a mis preguntas y entonces, sin venir a cuento, se me pusieron los pelos de punta y grité mientras me tapaba la cabeza con las sábanas: - ¡Vade retro, Satanás!

Quienes quiera que fueran estallaron en unas ristadas incontroladas. Y salté de la cama para meterme en la de la abuela donde la Cotilla roncaba a pierna suelta. Nunca pensé que haría una cosa así pero lo cierto es que me agarré a su cuerpo huesudo como si quisiera fundirme en él.

Un codazo en el estómago me dejó sin aliento. Los gritos de la vecina depertaron al vecindario que pronto, en pijamas y camisones, montaron una protesta en el rellano de casa: - ¡Queremos dormir! ¡Mata a quien quieras pero a horas normales! ¡La madre que te parió, boba de Coria! 

La Cotilla abrió la puerta de la calle dándoles un susto de muerte a los vecinos que vieron aparecer un espantajo con los pelos revueltos, legañas y la cara desencajada. Otra de las que se asustó fue Pascualita que corrió a esconderse en el barco hundido cubrièndolo luego con un montón de algas. 

El alarido de los vecinos despertó al árbol de la calle que reaccionó cantando, a voz en grito, las Mañanitas. - En el rellano, alguien gritó: - ¡Que lo talen de una vez, ya, hombre!

No fue hasta que la luz del día entró, alegre, por las ventanas, cuando de aclaró el entuerto. Tuve una inspiración momentánea y la aproveché. Escoba en ristre, cual quijote contra los molinos, fui a mi cuarto echa un flan y barrí bajo la cama. ¡No me había equivocado! 

Las causantes de tantos quebraderos nocturnos, habían sido dos hermosas, lustrosas y orondas, bolas de polvo que llevarían viviendo allí años. - ¡Malditas okupas! (grité mientras ellas pedían clemencia) ¡Al cubo de la basura váis a ir, jodías!

Y no sé qué fue peor porque se pasaron el día quitándo la tapadera tantas veces como yo volvía a ponerla. Hay que tener en cuenta que el cubo tiene más potencia de voz y no paró de quejarse todo el día y dedicándome una frase famosa: - ¿Te suena, vive y deja vivir, alma de cántaro?

No hay comentarios:

Publicar un comentario