jueves, 4 de noviembre de 2021

No está hecha la miel para la boca del asno.

La Cotilla no para de beber tila desde que la araña okupa saltó sobre ella cuando iba a darle un escobazo, y dio vueltas y más vueltas, a la velocidad del rayo, a la cabeza de la vecina soltando metros de hilo, y haciendo una especie de encaje de bolillos que le tapaba la cara.

Cuando acabó su trabajo y pudimos verlo en su totalidad aplaudimos a rabiar y lanzamos gritos y silbidos ensalzándo a la tejedora como la gran artista que es. Y ahí fue donde se reprodujeron los encargos por parte de todos nosotros.

Llamé a la abuela para decírselo: - "¿Quiéres que ponga una tela de araña en mi cama como si fuera un cobertor? Mira que te tengo dicho que no bebas chinchón de buena mañana." - Pues le he encargado unos tapetitos para poner en los respaldos del tresillo. - "Que antigua eres, boba de Coria" 

Hice un agujerito, con mucho cuidado de no romper el estilismo que llevaba la Cotilla en la cabeza, para que pudiera beber tila con una cañita. Poco a poco se le fue yendo el tembleque y al verla más tranquila le pedí a la araña que deshiciera el maravilloso trabajo para que la vecina pudiera irse a trapichear, no sea cosa que le coja el gusto a quedarse en casa y tenga que aguantarla más todavía.

Al cabo de un rato, de la virguería solo que dababa un ovillo que la araña guardó para otra ocasión. La Cotilla, sin embargo, no apreció para nada lo que le había hecho y salió corriendo, batiendo récords olímpicos de atletas mucho más jóvenes que ella.

Que desagradecida es ésta mujer, por favor.

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