sábado, 13 de noviembre de 2021

Un día maravilloso.

Hoy ha sido un día perfecto. No se le puede poner ningún pero.

Mi primer abuelito ha llegado a casa hecho un brazo de mar. Envuelto en un sudario con los colores del arco iris cuando les da el sol de lleno, estaba impresionante. La Lámpara del comedor, hinchada como un globo aerostático lleno de orgullo en lugar de aire, no le quitaba ojo a su enamorado. Pero hoy el abuelito no tenía la mente predispuesta para dedicarle a doña Celos Reunidos Jeyper, ni un pestañeo.

Me invitó a mirar a través de un agujerito que hizo en la pared a pesar de mi oposición. Apoyó el dedo índice y me dijo: - Mira y calla.

Puse el ojo donde me marcó y ante mi apareció la celebración de unas Bodas de Oro. 

Una pareja encantada de la vida, festejaban junto a sus familiares más cercanos: hijos, nietos, nueras, yernos y cuñados supervivientes de la lejana boda celebrada cincuenta años . 

Comieron, rieron, contaron anécdotas y hasta hubo tiempo para que la emoción se desbordara y las lágrimas de añoranza mojaran el suelo. 

También yo pisé lágrimas, las mías y las de todos los que vieron a través de mi lo que había visto yo. 

La cristalera, solícita, se abrió de par en par para que las lágrimas desbordaran desde el balcón a la calle, cosa que aprovecharon para llegar hasta las raíces del árbol de la calle y regarlo.


 

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