lunes, 15 de noviembre de 2021

¡Pues que lo diga!

Valiente trifulca hay entre la escoba y la fregona. De repente les ha entrado la prisa por demostrar cuál es la mejor en su trabajo.

El árbol de la calle está de guasa y ayuda a mantener sucio el suelo de casa llenándolo de hojas caídas. Cuantas más quitan ellas, más pone él pero, como están tan a lo suyo ni se enteran.

Otra que disfruta es la cristalera del balcón. A ella ya le han llovido críticas como: - ¡Cierra la puerta que entran hojas! - Me falta aceite y me cuesta moverme. (contesta la muy fresca)

Mi primer abuelito se ha asomado. Llevaba un sudario de camuflaje militar y ha aguantado las rachas de viento que una repentina tormenta ha traído consigo. - ¿Es un concurso? preguntó y en cuanto aquellas dos locas de la limpieza contestaron que sí, se dedicó a aplaudirlas por turnos para que la cosa fuera equitativa.

En fin, que estábamos bien entretenidos cuando un misil mar-tierra-aire se estrelló contra la cristalera haciendo un estruendo parecido a un trueno. Cuando vimos que se trataba de un ataque furioso de Pascualita aplaudimos, silbamos, pateamos y aplaudimos a rabiar. Pero una simple ojeada a la sirena nos dijo que no estaba de bromas y lo demostró mordiendo con rabia la puerta. - ¡Aaaayyyyy, jijijijijijiji Que cosquillaaaaaaaaaaaas! ¡Para, Pascualita, paraaaaaa! 

Furiosa, la medio sardina saltó al árbol de la calle dando dentelladas a diestro y siniestro. Allí los mordiscos fueron más efectivos y hubo quejas, llantos y lamentos. Por último se tiró a por mi y, tal como venía, de un revés la mandé de nuevo al acuario.

Entonces, la voz del abuelito me ilustró. - Pascualita solo quiere que cerréis la cristalera, que hace frío, coooooñe

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