martes, 18 de octubre de 2022

Angelico...

 Tengo la cabeza como un bombo gracias a Pepe el jibarizado que, desde que ha amanecido, lleva diciendo: - OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO - sin parar.  He terminado encerrándolo dentro de una olla bien tapada, cosa que ha amortiguado el escándalo aunque dura poco la alegría en casa del pobre porque el sonido se ha vuelto inaguantable cuando, además de la voz, ha sumado el golpeteo del ojo-catalejo contra el metal de la olla.

Ha sido tal mi desesperación que he amenazado al jibarizado con echarle agua y preparar una sopa con su cabeza. 

- Nena, nunca harás carrera como diplomática (dijo mi primer abuelito, aparecido de repente sobre la pila de lavar del comedor) 

Pascualita, al ver invadida su "casa" salió del barco hundido a ver qué pasaba. Le bastó escuchar, apenas unos segundos al abuelito, para dar la razón a Pepe y abrir la boca para enseñarme, amenazadora, la terrible dentadura de tiburón. El abuelito tradujo:

- ¡No eres más tonta porque no te entrenas, boba de Coria...! - Eso no hace falta que lo traduzcas! (dije enfadada)  Pepe estaba muy contento hasta que se te ocurrió encerrarlo en una olla y amenazarlo con hervirlo. - ¿Y? - ¡Es recordarle el mal trago que pasó el pobre antes de que se lo comieran los salvajes de sus vecinos!! - ¡¡¡Ostras!!! tenéis razón, pobrecillo... ¿Y que estaba celebrando con sus cánticos? - El día en que su tribu ganó una batalla y se comieron al jefe enemigo que estaba gordo como un cerdo. ¡Hubo jefe para todos!

Cogí la cabeza jibarizada, aún dentro de la olla y la puse sobre tronco del árbol de la calle para que cantara cuanto quisiera siempre que yo no lo escuchara.

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