lunes, 10 de octubre de 2022

¿Delicada? Anda que sí...

En el balcón se abrió una rajita en el cemento que hay entre baldosa y baldosa. Poco después apareció una pequeñita y delicada florecilla que algún pájaro, un día, dejó caer en forma de semilla.

Es amarilla, delicada, humilde... Me gusta ¡es mi flor! Cada vez que me acuerdo me asomo para mirarla y le echo un poquito de agua. Ella me lo agradece con una sonrisita y mueve sus pequeños pétalos diciendo ¡Holaaaaa! Soy Blancaflor.

Me vi en la necesidad de corregirla. - No, no. Eres Amarillaflor. - La delicada y etérea florecita torció el gesto: - ¿Me estás enmendando la plana, boba de Coria? . Huy, no ¡que va! pero eres amarilla, querida. Qué se le va a hacer.

- ¡Me niego a que me rebautices con semejante bodrio de nombre! - ¿Crees que a todo el mundo le gusta el suyo? Estoy segura que más del ochenta por ciento de los seres vivos, si pudieran, cambiarían el suyo. - ¿Quién se lo impide? - Tal vez la desidia. - Tendré que hablar tres palabritas con ese personaje...

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! - Mire, Cotilla que cosa más bonita y delicada ha nacido en el balcón. - Arráncala antes de que crezca más... - ¡¿Qué dice?! si es una monada. - Aparta que ya la piso yo. 

De un fuerte empujón mandé a la Cotilla contra la pila de lavar donde Pascualita disfrutaba, amodorrada, sintiendo en su piel blanquecina-verdimorada, un rayo de sol. El golpe le hizo abrir los ojos y zambullirse entre las algas del fondo mientras, rabiosa, sacaba la dentadura de tiburón a pasear.

Un estruendo sonó a mi espalda. La (¿he dicho ya que era DELICADA la puñetera flor?) 

Medio balcón había desaparecido. Las raíces, que no vi en ningún momento, se expandieron y reforzaron cargándose el cemento y lo que se le pusiera por delante. 

Bedulio llamó a la puerta con una multa en la mano. - ¡Por intentar lapidar a una autoridad, que soy yo! - A mi no me mires. Ha sido la florecilla. - ¡Toma! Otra multa por tomarme por tonto.

 

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