miércoles, 19 de octubre de 2022

Que pesada la Cotilla.

 Ha faltado el canto de un duro para tener una desgracia en casa. Ataúlfo, emulando a la sirena, ha saltado de la pecera para ir a verla. Segundos después boqueaba desesperadamente. Menos mal que las bolas de polvo, a coro, cantaron: -¡Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla, se va el caimáaaaaan...! 

Harta de oírlas y acompañada de la escoba que, en esos momentos estaba en su jornada laboral, fui a barrerlas del mapa y me encontré al pececillo rojo en apuros. 

Sin pararme a pensar en los pros y los contras que podrían derivarse de mi actuación, cogí a Ataúlfo de la cola, lo volteé sobre mi cabeza y lo lancé en dirección a su pecera, en la que entró limpiamente y volvió a la vida.

Los Pros y los Contras, ofendidos a más no poder por haber sido obviados por mi menda lerenda, salieron en formación de a uno y marcando el paso, en busca de otros lares donde se les tuviera en más consideración diciendo: no está hecha la miel para la boca del asno.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¿Qué le has hecho a mi Ataúlfo que está congestionado? - Nada. - Entonces tiene claustrofobia. Vamos a llevarnos bien, boba de Coria: si dejas que mi pececito esté en la pila de lavar del comedor yo no te tiraré las plantas acuáticas. Y todos contentos. 

Me despedí, mentalmente, de Ataúlfo a pesar de que sus ojillos de pez brillaban picarones mientras era transvasado de la pecera al acuario. El árbol de la calle entonó el Adiós, con el corazón que con el alma no puedoooooo ... 

Camuflada entre las algas, la sirena acogió amigablemente al pececillo y con un golpe enérgico de su cola, lo mandó de vuelta a la pecera. Y de este modo tan sencillo, la Cotilla se dio cuenta de que Ataúlfo, "donde quería estar" era allí.

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